Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'
Vecino. La feria de navidad brilla… y la ambulancia desaparece.
O de cómo una ciudad puede perder su ambulancia municipal, seguir sonriendo en la feria de Navidad y aceptar que quien dice «no tengo la fórmula» continúe al mando.
Vecino,
Hace una semana te hablé de un niño en brazos en Casa del Mar.
De un cuerpo pequeño convulsionando mientras los padres miraban la puerta y contaban segundos.
Hoy hablamos de la sirena que quizá ya no llegue a tiempo a esa puerta.
Esta semana, alguien en la mesa del poder pronunció cuatro palabras que deberían helarnos la sangre más que cualquier sentencia:
–«No tengo la fórmula»–.
Sin embargo, sí encuentran fórmula para redactar manifiestos solemnes sobre Gaza y salir en la foto de lo lejano, como ya advertimos en el XV Lunes Negro «Vecino. Cuerdas y humo mientras aquí siguen sin fórmula para algo tan básico como una ambulancia.
Mientras sigue pagando sueldos de 48.000 euros a quienes deberían saberlo.
Hace unas semanas te conté el Plan Germanicvs: millones prometidos, helicópteros imaginarios y una gestión «bárbara» que improvisa sin método.
Aquello nos costó fondos europeos.
Lo de hoy es más grave.
Porque cuando la responsable de Sanidad confiesa que «no tiene la fórmula», nos está confirmando que el Plan Germanicvs no fue una anécdota: es la forma de gobierno.
Hoy no hablamos de dinero, sino de minutos.
Del tiempo que tarda en llegar a tu puerta.
La única decisión que, en una urgencia, importa: «¿llegan a tiempo…o no?»
Esta semana explota una patata caliente que se pasaba de mano en mano desde hace diecisiete años.
El lunes descubrimos que la ambulancia municipal 24 horas —esa que durante dieciséis años se movió con la Cruz Roja por nuestras calles— ha desaparecido del tablero.
No era un capricho: era el colchón de seguridad de un pueblo al final de la Marina Alta, sin salida directa a la autopista, con el hospital comarcal a más de media hora, con una población flotante que multiplica por cinco la censada en verano.
Esa ambulancia era, sobre todo, una decisión política silenciosa:
- Sabemos que somos un municipio con plazas de médico catalogadas de difícil cobertura.
- Sabemos que los tiempos de respuesta aquí no son los mismos que en una capital de provincia donde tienes conexiones a autopista.
- Sabemos que, si algo sale mal, el primero que se queda solo es el vecino.
Y, aun así, nadie convirtió esa evidencia en un plan a largo plazo para conseguir la competencia, blindar el servicio o diseñar una alternativa estable.
Ni en los años de unos en la oposición, ni en los años de otros en el gobierno, ni ahora.
Durante dieciséis años, la ambulancia de Cruz Roja ha sido la patata caliente que se lanzaban de despacho en despacho.
En diciembre de 2025, con una sentencia encima de la mesa y miedo real a la responsabilidad patrimonial, la patata ha explotado.
No porque la necesidad haya desaparecido.
No porque la geografía haya cambiado.
Sino porque nadie quiso seguir firmando donde la ley ya quemaba.
El viernes, el gobierno local dio su explicación en una sala de juntas.
Cronología, informes, sentencias, competencias.
Todo en la luz fría de los papeles.
En la sala de al lado, las doce familias de Cruz Roja que sostuvieron la ambulancia durante dieciséis años fueron testigo a través del plasma.
Esperando.
Los que pusieron ruedas a la vida, escuchando el final de su servicio detrás de una pared.
Se leyeron acuerdos de pleno, consultas al Consell Jurídic, informes desfavorables de la Generalitat, sentencias, reparos de Intervención.
Traducción simultánea:
«Lo hemos intentado por el camino legal.
La competencia es autonómica.
Si seguimos pagando, nos jugamos el patrimonio.
No podemos asumir ese riesgo».
Hasta ahí, guste o no guste, hay un argumento.
Se puede discutir, se puede combatir, se puede impugnar.
Pero al menos es un relato con sentido.
Legalmente, tenían argumentos.
Pero la legitimidad no se construye sobre expedientes,
sino sobre prioridades.
El pueblo escuchó otra cosa:
«Han elegido protegerse ellos antes que protegernos a nosotros».
Y tú, lector:
¿Qué entiendes cuando te dicen que «no se puede hacer más
mientras ves cómo se mantiene todo lo que no es esencial?
El problema llega cuando toma la palabra la responsable de Sanidad municipal.
Y, a pregunta directa sobre cómo van a resolver este problema, sobre cuál va a ser el plan o qué alternativa tiene Calpe, responde:«No tengo la fórmula».
Hubiera sido fácil que pasara desapercibido en medio de la jerga.
No lo hizo.
Porque en esa frase se condensa todo lo que nos pasa.
Vecino, te hago una pregunta.
¿Están los mejores… ¿O los que mejor se colocaron?
En el año 2000, a lo mejor un concejal podía sobrevivir con una intuición de pueblo, algo de oficio y muchas ganas de foto.
En 2025, con casi treinta mil empadronados, decenas de miles de residentes que no figuran, 125.000 personas en agosto, un hospital comarcal lejos y una red de servicios autonómicos saturada: La política municipal se parece más a manejar una empresa compleja que a cortar cintas.
La pregunta no es solo por qué hemos perdido la ambulancia.La pregunta es:
- ¿Quién está sentado en la mesa donde se decide nuestro futuro sanitario?
- ¿Los mejores que este pueblo tiene… O los mejores que supieron colocarse en la lista?
Porque el mercado, vecino, no perdona:
si tú llegas a 48.000 euros al año en tu empresa y «no tienes la fórmula», el mercado te enseña la puerta.
En la política local, en cambio, el pueblo tiende a dispensarlo todo:
«Pobrecitos, bastante lío tienen, la culpa será de Valencia, de Madrid o de Europa».
Mientras discutimos en Facebook izquierda contra derecha, oposición contra tripartito, tripartito contra oposición, nadie se detiene a mirar la silla:
- ¿Esta persona, con este salario y esta responsabilidad, sabe realmente lo que hace?
- ¿Ha estudiado la geografía sanitaria de Calpe?
- ¿Conoce los tiempos de respuesta reales?
- ¿Ha peleado en diez años un cambio de competencia o solo ha heredado la patata caliente?
Lo terrible de la frase «No tengo la fórmula» es que, dependiendo de quién la pronuncie, medio pueblo la justificará y medio pueblo la usará como arma.
Si la dice alguien del gobierno, sus afines dirán:
«Al menos son honestos, la culpa es de la Generalitat».
Si la repite alguien de la oposición, sus seguidores aplaudirán:
«¿Ves? Son unos inútiles, han destruido lo que nosotros hicimos».
Resultado:
– Unos y otros convierten la ambulancia en munición;
– la mitad del pueblo se lava las manos porque «Es cosa de los suyos»;
– y la otra mitad se consuela repartiendo culpas hacia arriba.
Mientras tanto, Calpe sigue siendo el municipio más alejado del hospital comarcal de la Marina Alta, la población extranjera sigue creciendo, los veraneantes seguirán llegando y las urgencias que dependían de esa ambulancia dejan de tener un recurso propio.
La polarización social es la mejor aliada del mal gestor: siempre tendrá a una mitad del público dispuesta a perdonarle cualquier cosa con tal de no dar la razón, al contrario.
Este lunes negro podría sumarse a la guerra civil digital y rematar al gobierno local.
Material, desde luego, hay:
- decisiones tardías;
- mala comunicación;
- rueda de prensa a puerta cerrada mientras doce familias de Cruz Roja esperan en la sala de plenos;
- y una frase que, por sí sola, merecería al menos una moción de reflexión.
Pero Los Lunes Negros no nacieron para eso.
No pertenecen a ningún partido.
Pertenecen a la ciudadanía que todavía quiere mirar los hechos antes que los colores.
Por eso, en vez de linchar un nombre, este lunes te propone una pregunta incómoda:
Si la persona responsable de un área admite que «no tiene la fórmula» para resolver un problema que arrastramos desde hace dieciséis años…
¿Cuánto tiempo más vamos a aceptar que nos gobiernen sin exigir competencia?
Calpe está entrando en una década decisiva.
No solo por la ambulancia.
Por la vivienda que se dispara.
Por la expulsión silenciosa del vecino joven.
Por la dependencia creciente de un turismo que hoy viene… Y mañana quién sabe.
Si hoy reconocen que no tienen fórmula ni para una ambulancia en Calp,
- ¿de verdad vamos a creer que la tienen para el cambio climático, la transición ecológica o cualquiera de los grandes eslóganes que repiten en los actos institucionales?
En un contexto así, no basta con que el político sea “buena persona”.
No basta con que salga sonriente en la Feria de Navidad o en la gala de turno.
Necesitamos, literalmente, gente que tenga la fórmula.
Gente que entienda que:
- un municipio al final de la comarca no puede copiar el modelo sanitario de una capital;
- la ley de competencias no puede ser excusa permanente para dejar desguarnecido un servicio esencial;
- la responsabilidad política no se limita a no firmar donde quema, sino a prever, negociar y pelear antes de que llegue la sentencia.
Vecino
este lunes se escribe por un motivo simple y severo:
La ambulancia ya no está.
La frase ya fue pronunciada.
La decisión ya se tomó.
Un pueblo que tolera perder su sirena
está jugando con sus propios segundos.
Si mañana tu hijo convulsiona,
si tu padre se desploma,
si tu hermana sangra…
¿Qué sistema va a llegar primero: la ley o la ambulancia?
Solo queda una pregunta:
¿Vamos a seguir aceptando que se gobierne Calp
sin fórmula, sin plan, sin asumir consecuencias,
mientras se nos pide comprensión, paciencia
y voto cada cuatro años?
Una firma puede salvar un cargo.
Una ambulancia puede salvar una vida.
Y un pueblo que no sabe distinguirlo
acaba viviendo de luto administrativo.
Una vez leído,
no podrá ser desleído.
Ave Calpinvs.

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

Vecino,
Hace una semana te hablé de un niño en brazos en Casa del Mar.
De un cuerpo pequeño convulsionando mientras los padres miraban la puerta y contaban segundos.
Hoy hablamos de la sirena que quizá ya no llegue a tiempo a esa puerta.
Esta semana, alguien en la mesa del poder pronunció cuatro palabras que deberían helarnos la sangre más que cualquier sentencia:
–«No tengo la fórmula»–.
Sin embargo, sí encuentran fórmula para redactar manifiestos solemnes sobre Gaza y salir en la foto de lo lejano, como ya advertimos en el XV Lunes Negro «Vecino. Cuerdas y humo mientras aquí siguen sin fórmula para algo tan básico como una ambulancia.
Mientras sigue pagando sueldos de 48.000 euros a quienes deberían saberlo.
Hace unas semanas te conté el Plan Germanicvs: millones prometidos, helicópteros imaginarios y una gestión «bárbara» que improvisa sin método.
Aquello nos costó fondos europeos.
Lo de hoy es más grave.
Porque cuando la responsable de Sanidad confiesa que «no tiene la fórmula», nos está confirmando que el Plan Germanicvs no fue una anécdota: es la forma de gobierno.
Hoy no hablamos de dinero, sino de minutos.
Del tiempo que tarda en llegar a tu puerta.
La única decisión que, en una urgencia, importa: «¿llegan a tiempo…o no?»
Esta semana explota una patata caliente que se pasaba de mano en mano desde hace diecisiete años.
El lunes descubrimos que la ambulancia municipal 24 horas —esa que durante dieciséis años se movió con la Cruz Roja por nuestras calles— ha desaparecido del tablero.
No era un capricho: era el colchón de seguridad de un pueblo al final de la Marina Alta, sin salida directa a la autopista, con el hospital comarcal a más de media hora, con una población flotante que multiplica por cinco la censada en verano.
Esa ambulancia era, sobre todo, una decisión política silenciosa:
- Sabemos que somos un municipio con plazas de médico catalogadas de difícil cobertura.
- Sabemos que los tiempos de respuesta aquí no son los mismos que en una capital de provincia donde tienes conexiones a autopista.
- Sabemos que, si algo sale mal, el primero que se queda solo es el vecino.
Y, aun así, nadie convirtió esa evidencia en un plan a largo plazo para conseguir la competencia, blindar el servicio o diseñar una alternativa estable.
Ni en los años de unos en la oposición, ni en los años de otros en el gobierno, ni ahora.
Durante dieciséis años, la ambulancia de Cruz Roja ha sido la patata caliente que se lanzaban de despacho en despacho.
En diciembre de 2025, con una sentencia encima de la mesa y miedo real a la responsabilidad patrimonial, la patata ha explotado.
No porque la necesidad haya desaparecido.
No porque la geografía haya cambiado.
Sino porque nadie quiso seguir firmando donde la ley ya quemaba.
El viernes, el gobierno local dio su explicación en una sala de juntas.
Cronología, informes, sentencias, competencias.
Todo en la luz fría de los papeles.
En la sala de al lado, las doce familias de Cruz Roja que sostuvieron la ambulancia durante dieciséis años fueron testigo a través del plasma.
Esperando.
Los que pusieron ruedas a la vida, escuchando el final de su servicio detrás de una pared.
Se leyeron acuerdos de pleno, consultas al Consell Jurídic, informes desfavorables de la Generalitat, sentencias, reparos de Intervención.
Traducción simultánea:
«Lo hemos intentado por el camino legal.
La competencia es autonómica.
Si seguimos pagando, nos jugamos el patrimonio.
No podemos asumir ese riesgo».
Hasta ahí, guste o no guste, hay un argumento.
Se puede discutir, se puede combatir, se puede impugnar.
Pero al menos es un relato con sentido.
Legalmente, tenían argumentos.
Pero la legitimidad no se construye sobre expedientes,
sino sobre prioridades.
El pueblo escuchó otra cosa:
«Han elegido protegerse ellos antes que protegernos a nosotros».
Y tú, lector:
¿Qué entiendes cuando te dicen que «no se puede hacer más
mientras ves cómo se mantiene todo lo que no es esencial?
El problema llega cuando toma la palabra la responsable de Sanidad municipal.
Y, a pregunta directa sobre cómo van a resolver este problema, sobre cuál va a ser el plan o qué alternativa tiene Calpe, responde:«No tengo la fórmula».
Hubiera sido fácil que pasara desapercibido en medio de la jerga.
No lo hizo.
Porque en esa frase se condensa todo lo que nos pasa.
Vecino, te hago una pregunta.
¿Están los mejores… ¿O los que mejor se colocaron?
En el año 2000, a lo mejor un concejal podía sobrevivir con una intuición de pueblo, algo de oficio y muchas ganas de foto.
En 2025, con casi treinta mil empadronados, decenas de miles de residentes que no figuran, 125.000 personas en agosto, un hospital comarcal lejos y una red de servicios autonómicos saturada: La política municipal se parece más a manejar una empresa compleja que a cortar cintas.
La pregunta no es solo por qué hemos perdido la ambulancia.La pregunta es:
- ¿Quién está sentado en la mesa donde se decide nuestro futuro sanitario?
- ¿Los mejores que este pueblo tiene… O los mejores que supieron colocarse en la lista?
Porque el mercado, vecino, no perdona:
si tú llegas a 48.000 euros al año en tu empresa y «no tienes la fórmula», el mercado te enseña la puerta.
En la política local, en cambio, el pueblo tiende a dispensarlo todo:
«Pobrecitos, bastante lío tienen, la culpa será de Valencia, de Madrid o de Europa».
Mientras discutimos en Facebook izquierda contra derecha, oposición contra tripartito, tripartito contra oposición, nadie se detiene a mirar la silla:
- ¿Esta persona, con este salario y esta responsabilidad, sabe realmente lo que hace?
- ¿Ha estudiado la geografía sanitaria de Calpe?
- ¿Conoce los tiempos de respuesta reales?
- ¿Ha peleado en diez años un cambio de competencia o solo ha heredado la patata caliente?
Lo terrible de la frase «No tengo la fórmula» es que, dependiendo de quién la pronuncie, medio pueblo la justificará y medio pueblo la usará como arma.
Si la dice alguien del gobierno, sus afines dirán:
«Al menos son honestos, la culpa es de la Generalitat».
Si la repite alguien de la oposición, sus seguidores aplaudirán:
«¿Ves? Son unos inútiles, han destruido lo que nosotros hicimos».
Resultado:
– Unos y otros convierten la ambulancia en munición;
– la mitad del pueblo se lava las manos porque «Es cosa de los suyos»;
– y la otra mitad se consuela repartiendo culpas hacia arriba.
Mientras tanto, Calpe sigue siendo el municipio más alejado del hospital comarcal de la Marina Alta, la población extranjera sigue creciendo, los veraneantes seguirán llegando y las urgencias que dependían de esa ambulancia dejan de tener un recurso propio.
La polarización social es la mejor aliada del mal gestor: siempre tendrá a una mitad del público dispuesta a perdonarle cualquier cosa con tal de no dar la razón, al contrario.
Este lunes negro podría sumarse a la guerra civil digital y rematar al gobierno local.
Material, desde luego, hay:
- decisiones tardías;
- mala comunicación;
- rueda de prensa a puerta cerrada mientras doce familias de Cruz Roja esperan en la sala de plenos;
- y una frase que, por sí sola, merecería al menos una moción de reflexión.
Pero Los Lunes Negros no nacieron para eso.
No pertenecen a ningún partido.
Pertenecen a la ciudadanía que todavía quiere mirar los hechos antes que los colores.
Por eso, en vez de linchar un nombre, este lunes te propone una pregunta incómoda:
Si la persona responsable de un área admite que «no tiene la fórmula» para resolver un problema que arrastramos desde hace dieciséis años…
¿Cuánto tiempo más vamos a aceptar que nos gobiernen sin exigir competencia?
Calpe está entrando en una década decisiva.
No solo por la ambulancia.
Por la vivienda que se dispara.
Por la expulsión silenciosa del vecino joven.
Por la dependencia creciente de un turismo que hoy viene… Y mañana quién sabe.
Si hoy reconocen que no tienen fórmula ni para una ambulancia en Calp,
- ¿de verdad vamos a creer que la tienen para el cambio climático, la transición ecológica o cualquiera de los grandes eslóganes que repiten en los actos institucionales?
En un contexto así, no basta con que el político sea “buena persona”.
No basta con que salga sonriente en la Feria de Navidad o en la gala de turno.
Necesitamos, literalmente, gente que tenga la fórmula.
Gente que entienda que:
- un municipio al final de la comarca no puede copiar el modelo sanitario de una capital;
- la ley de competencias no puede ser excusa permanente para dejar desguarnecido un servicio esencial;
- la responsabilidad política no se limita a no firmar donde quema, sino a prever, negociar y pelear antes de que llegue la sentencia.
Vecino
este lunes se escribe por un motivo simple y severo:
La ambulancia ya no está.
La frase ya fue pronunciada.
La decisión ya se tomó.
Un pueblo que tolera perder su sirena
está jugando con sus propios segundos.
Si mañana tu hijo convulsiona,
si tu padre se desploma,
si tu hermana sangra…
¿Qué sistema va a llegar primero: la ley o la ambulancia?
Solo queda una pregunta:
¿Vamos a seguir aceptando que se gobierne Calp
sin fórmula, sin plan, sin asumir consecuencias,
mientras se nos pide comprensión, paciencia
y voto cada cuatro años?
Una firma puede salvar un cargo.
Una ambulancia puede salvar una vida.
Y un pueblo que no sabe distinguirlo
acaba viviendo de luto administrativo.
Una vez leído,
no podrá ser desleído.
Ave Calpinvs.

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.106