Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'
Vecino. Si te dijeron “no es competencia”, aquí empieza tu respuesta.
O de cómo la excusa se rompe cuando obligas a responder por escrito.
Vecino.
Desde que escribimos sobre la ambulancia que se apagó mientras la feria brillaba,
algo se ha movido por debajo del ruido.
No es solo enfado.
No es solo miedo.
Son preguntas.
Una madre me paró en el supermercado, con el carro a medias y el niño en el carro:
—«Fran, dime que hay solución.
Dime que no es solo escribir y ya está».
Un sanitario, quemado de guardias y turnos imposibles, me dijo en voz baja:
—«Gracias por contarlo…
pero, de verdad, ¿esto sirve para algo?».
Un jubilado me escribió por privado:
—«Me has asustado, pero prefiero saberlo.
Solo te pido una cosa:
dime qué podemos hacer».
Y también ha llegado el reproche, claro:
—«Eres un alborotador.
Solo señalas.
¿Y la fórmula?».
Este Lunes Negro no nace para sumar otra queja.
Nace para responder a todos, a favor y en contra, con la misma serenidad:
Sí, hay fórmula.
Y no está en un héroe.
Ni en una columna.
Ni en un partido.
Está en una comunidad que decide usar el método,
y no solo el grito.
Si miras alrededor, vecino, la sensación se hace cada vez más nítida: vivir en Calp se está convirtiendo en un trabajo de alto riesgo.
Riesgo de que tu hijo pase media adolescencia en barracones.
Riesgo de llamar a Casa del Mar y escuchar «no hay cita» mientras un termómetro marca fiebre.
Riesgo de ver cómo, después de diecisiete años, la ambulancia 24 horas desaparece
y te dicen que «no depende de aquí».
No es una racha. Es un modelo cuando nadie exige estándar.
A cada golpe, el guion es el mismo:
—«Eso es cosa de la Conselleria».
—«Eso viene de Madrid».
—«Eso lo decide Europa».
La excusa siempre viaja hacia arriba.
El riesgo siempre cae hacia abajo.
Sobre el vecino.
Sobre tu familia.
Sobre ti.
Si aceptamos sin más que «no depende de aquí»,
acabamos creyendo que nuestro papel es el del figurante resignado:
pagar, votar de vez en cuando,
quejarnos en el bar
y agradecer que no estemos peor.
Este lunes existe para decir, con calma:
no hemos nacido para ser figurantes.
Lo que falta no es fuerza: es método.
Hay algo que casi nadie nos ha explicado bien,
y sin embargo está escrito en la propia ley.
Antes de llegar a un juez, existe un paso previo:
una puerta intermedia que el Ayuntamiento puede activar, y que la ciudadanía puede exigir que se active.
Poner por escrito el problema
ante quien tiene la competencia,
y obligarle a contestar por escrito
con un plan,
con datos
y con motivos.
No es un favor.
No es una cortesía.
Es un derecho.
La Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
en un artículo discreto —el 44—,
recoge exactamente esa idea:
Antes de ir a un juez, primero se llama a la puerta de la administración competente,
se le explica el problema, se pide una solución y se fija un plazo de respuesta.
Traducido al lenguaje de la calle,
esa herramienta suena así:
HECHO – RASTRO – FECHA – RESPONSABLE.
- HECHO: qué está pasando exactamente en Calp y a quién pone en riesgo.
- RASTRO: que lo que contamos no se pierda en un post, sino que quede registrado, con número de entrada.
- FECHA: un día a partir del cual podremos decir «han cumplido» o «no han cumplido».
- RESPONSABLE: una administración concreta, con sello y dirección, no un «ellos» inlocalizable.
Eso, vecino, es mucho más revolucionario que un insulto:
es una comunidad que aprende por dónde se entra en el sistema
para exigir sin romper,
para presionar sin gritar.
Después del XXIV,
después de aquella rueda de prensa
y de aquella frase —«no tengo la fórmula»—,
no bastaba con dejar las palabras en piedra.
Había que probar la fórmula.
Por eso, se ha puesto negro sobre blanco lo que debe constar:
se ha descrito el riesgo sanitario de Calp
se ha descrito la retirada de la ambulancia 24h
y su impacto en los tiempos de respuesta;
se ha señalado a quien tiene la competencia —la Generalitat—;
y se le puede pedir,
por la vía del artículo 44,
que diga qué piensa hacer,
con qué medios,
en qué plazos
y con qué criterios.
No son fuegos artificiales.
Es un mecanismo previsto por la propia norma:
el «explíqueme su plan, sus datos y sus motivos»
antes de ir a un juez.
En sencillo,
es un requerimiento;
en lenguaje de la calle, es esto:
«Aquí hay un riesgo serio.
Usted es quien manda en esto.
Díganos por escrito qué piensa hacer y cuándo».
Si la respuesta llega con seriedad,
sabremos a qué atenernos
y podremos vigilar si se cumple.
Si llega tarde, vacía o no llega,
ya no será solo una impresión ciudadana:
habrá un silencio administrativo,
un documento,
una prueba de que este pueblo ha llamado a la puerta correcta
y no le han querido abrir.
En ambos casos,
la comunidad gana algo que nos ha faltado demasiados años: claridad y rastro.
En un pueblo cansado,
es fácil caer en el juego de siempre:
clasificar a la gente por bandos,
etiquetar,
pasar factura inmediata.
Este lunes no viene a repartir medallas ni hogueras.
Viene a proponerte un mínimo
para poder mirarnos a la cara y decir “somos comunidad”:
que nadie, en Calp,
se juegue la vida por falta de método.
Podemos discrepar en casi todo:
en partidos,
en modelos de ciudad,
en cómo gastar el presupuesto.
Pero si no somos capaces de unirnos para exigir
que se garantice una cobertura sanitaria digna
en el municipio más alejado del hospital comarcal,
entonces hemos dejado de ser vecinos
para convertirnos en tribus rivales
compartiendo código postal.
La fórmula solo funciona
si dejamos a un lado, por un momento,
la necesidad de tener razón,
y ponemos por delante
la necesidad de estar vivos.
Vecino.
Los Lunes Negros no pueden devolverte, por sí solos,
una ambulancia,
un pediatra,
un instituto.
Lo que sí pueden
es algo que, en estos tiempos,
vale casi tanto como un recurso material:
Recordarte que no estás solo
y ofrecerte un método
para que esa soledad compartida
se convierta en fuerza organizada.
Vivir en Calp se está convirtiendo en un riesgo.
Resignarse es aceptar ese riesgo como norma.
Insultar es hacer ruido que se pierde.
Organizarse,
dejar rastro,
pedir respuesta,
marcar plazos,
es otra cosa:
es empezar a comportarse como un pueblo adulto.
Que, la próxima vez que escuches
—«No hay fórmula»—
o
—«No depende de aquí»—,
puedas levantar la vista y pensar:
«La fórmula somos nosotros,
cuando dejamos de gritar solos
y empezamos a exigir juntos».
No es presión: es dejar rastro.
Que una urgencia no dependa de la suerte.
Una vez leído,
no podrá ser desleído.
Hasta el próximo lunes, Legión.
AVE CALPINVS.

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

Vecino.
Desde que escribimos sobre la ambulancia que se apagó mientras la feria brillaba,
algo se ha movido por debajo del ruido.
No es solo enfado.
No es solo miedo.
Son preguntas.
Una madre me paró en el supermercado, con el carro a medias y el niño en el carro:
—«Fran, dime que hay solución.
Dime que no es solo escribir y ya está».
Un sanitario, quemado de guardias y turnos imposibles, me dijo en voz baja:
—«Gracias por contarlo…
pero, de verdad, ¿esto sirve para algo?».
Un jubilado me escribió por privado:
—«Me has asustado, pero prefiero saberlo.
Solo te pido una cosa:
dime qué podemos hacer».
Y también ha llegado el reproche, claro:
—«Eres un alborotador.
Solo señalas.
¿Y la fórmula?».
Este Lunes Negro no nace para sumar otra queja.
Nace para responder a todos, a favor y en contra, con la misma serenidad:
Sí, hay fórmula.
Y no está en un héroe.
Ni en una columna.
Ni en un partido.
Está en una comunidad que decide usar el método,
y no solo el grito.
Si miras alrededor, vecino, la sensación se hace cada vez más nítida: vivir en Calp se está convirtiendo en un trabajo de alto riesgo.
Riesgo de que tu hijo pase media adolescencia en barracones.
Riesgo de llamar a Casa del Mar y escuchar «no hay cita» mientras un termómetro marca fiebre.
Riesgo de ver cómo, después de diecisiete años, la ambulancia 24 horas desaparece
y te dicen que «no depende de aquí».
No es una racha. Es un modelo cuando nadie exige estándar.
A cada golpe, el guion es el mismo:
—«Eso es cosa de la Conselleria».
—«Eso viene de Madrid».
—«Eso lo decide Europa».
La excusa siempre viaja hacia arriba.
El riesgo siempre cae hacia abajo.
Sobre el vecino.
Sobre tu familia.
Sobre ti.
Si aceptamos sin más que «no depende de aquí»,
acabamos creyendo que nuestro papel es el del figurante resignado:
pagar, votar de vez en cuando,
quejarnos en el bar
y agradecer que no estemos peor.
Este lunes existe para decir, con calma:
no hemos nacido para ser figurantes.
Lo que falta no es fuerza: es método.
Hay algo que casi nadie nos ha explicado bien,
y sin embargo está escrito en la propia ley.
Antes de llegar a un juez, existe un paso previo:
una puerta intermedia que el Ayuntamiento puede activar, y que la ciudadanía puede exigir que se active.
Poner por escrito el problema
ante quien tiene la competencia,
y obligarle a contestar por escrito
con un plan,
con datos
y con motivos.
No es un favor.
No es una cortesía.
Es un derecho.
La Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa,
en un artículo discreto —el 44—,
recoge exactamente esa idea:
Antes de ir a un juez, primero se llama a la puerta de la administración competente,
se le explica el problema, se pide una solución y se fija un plazo de respuesta.
Traducido al lenguaje de la calle,
esa herramienta suena así:
HECHO – RASTRO – FECHA – RESPONSABLE.
- HECHO: qué está pasando exactamente en Calp y a quién pone en riesgo.
- RASTRO: que lo que contamos no se pierda en un post, sino que quede registrado, con número de entrada.
- FECHA: un día a partir del cual podremos decir «han cumplido» o «no han cumplido».
- RESPONSABLE: una administración concreta, con sello y dirección, no un «ellos» inlocalizable.
Eso, vecino, es mucho más revolucionario que un insulto:
es una comunidad que aprende por dónde se entra en el sistema
para exigir sin romper,
para presionar sin gritar.
Después del XXIV,
después de aquella rueda de prensa
y de aquella frase —«no tengo la fórmula»—,
no bastaba con dejar las palabras en piedra.
Había que probar la fórmula.
Por eso, se ha puesto negro sobre blanco lo que debe constar:
se ha descrito el riesgo sanitario de Calp
se ha descrito la retirada de la ambulancia 24h
y su impacto en los tiempos de respuesta;
se ha señalado a quien tiene la competencia —la Generalitat—;
y se le puede pedir,
por la vía del artículo 44,
que diga qué piensa hacer,
con qué medios,
en qué plazos
y con qué criterios.
No son fuegos artificiales.
Es un mecanismo previsto por la propia norma:
el «explíqueme su plan, sus datos y sus motivos»
antes de ir a un juez.
En sencillo,
es un requerimiento;
en lenguaje de la calle, es esto:
«Aquí hay un riesgo serio.
Usted es quien manda en esto.
Díganos por escrito qué piensa hacer y cuándo».
Si la respuesta llega con seriedad,
sabremos a qué atenernos
y podremos vigilar si se cumple.
Si llega tarde, vacía o no llega,
ya no será solo una impresión ciudadana:
habrá un silencio administrativo,
un documento,
una prueba de que este pueblo ha llamado a la puerta correcta
y no le han querido abrir.
En ambos casos,
la comunidad gana algo que nos ha faltado demasiados años: claridad y rastro.
En un pueblo cansado,
es fácil caer en el juego de siempre:
clasificar a la gente por bandos,
etiquetar,
pasar factura inmediata.
Este lunes no viene a repartir medallas ni hogueras.
Viene a proponerte un mínimo
para poder mirarnos a la cara y decir “somos comunidad”:
que nadie, en Calp,
se juegue la vida por falta de método.
Podemos discrepar en casi todo:
en partidos,
en modelos de ciudad,
en cómo gastar el presupuesto.
Pero si no somos capaces de unirnos para exigir
que se garantice una cobertura sanitaria digna
en el municipio más alejado del hospital comarcal,
entonces hemos dejado de ser vecinos
para convertirnos en tribus rivales
compartiendo código postal.
La fórmula solo funciona
si dejamos a un lado, por un momento,
la necesidad de tener razón,
y ponemos por delante
la necesidad de estar vivos.
Vecino.
Los Lunes Negros no pueden devolverte, por sí solos,
una ambulancia,
un pediatra,
un instituto.
Lo que sí pueden
es algo que, en estos tiempos,
vale casi tanto como un recurso material:
Recordarte que no estás solo
y ofrecerte un método
para que esa soledad compartida
se convierta en fuerza organizada.
Vivir en Calp se está convirtiendo en un riesgo.
Resignarse es aceptar ese riesgo como norma.
Insultar es hacer ruido que se pierde.
Organizarse,
dejar rastro,
pedir respuesta,
marcar plazos,
es otra cosa:
es empezar a comportarse como un pueblo adulto.
Que, la próxima vez que escuches
—«No hay fórmula»—
o
—«No depende de aquí»—,
puedas levantar la vista y pensar:
«La fórmula somos nosotros,
cuando dejamos de gritar solos
y empezamos a exigir juntos».
No es presión: es dejar rastro.
Que una urgencia no dependa de la suerte.
Una vez leído,
no podrá ser desleído.
Hasta el próximo lunes, Legión.
AVE CALPINVS.

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.


























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