Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'
Vecino. Esta noche, cuando te mojes los pies… pide estos tres deseos.
O de cómo el pueblo cruzó el fuego… mientras el poder posaba.
Hubo un tiempo en el que el fuego era del pueblo.
No del concejal de fiestas, ni del funcionario de costas.
La víspera no tenía horario oficial, ni cordón de seguridad.
Bastaba con una pala, un grupo de amigos y ganas de celebrar.
Las playas de Calp —la tarde del 23— se llenaban de hogueras pequeñas, íntimas, improvisadas.
Unas eran de madera, otras de cartón.
Pero todas eran reales.
Allí no se pedía permiso.
Se pedía fuego.
Hoy, todo eso está prohibido.
Costas no quiere ceniza en la arena.
La Administración no quiere ruido fuera de agenda.
Y el Ayuntamiento sólo autoriza la suya:
una sola hoguera, sobre asfalto, escoltada por vallas.
La fiesta, convertida en exhibición.
Ya no puedes hacer la tuya.
Tienes que mirar la de ellos.
Ya no puedes saltar la brasa con los tuyos.
Tienes que aplaudir la brasa que ellos encienden.
Antes el fuego era comunión.
Ahora es propiedad institucional.
Otra tradición destruida.
Como todo lo que tocan.
Y lo aceptamos.
Nos han robado la noche.
Y encima damos las gracias.
El poder ha cumplido dos años de legislatura.
Pero nadie ha saltado la hoguera.
No ha habido purificación.
Solo brasas que se esconden debajo de informes, fotos, subvenciones y promesas.
Durante 24 meses, se ha gobernado sin oposición, sin reflexión y sin consecuencias.
Y hoy, víspera de San Juan, el pueblo no mira al mar.
Mira a su Ayuntamiento…
y no ve fuego.
Ve humo.
Porque todo arde:
las licitaciones, las promesas, la coherencia, la rotación, la transparencia.
Pero nadie asume el incendio.
Esta noche no arderá una hoguera.
Arderá una mitad de legislatura sin memoria.
No habrá hoguera en la arena.
Habrá rastro en los expedientes.
No se saltarán llamas.
Se esquivarán errores.
Pero el pueblo, que ya no duerme, sabe que estamos en vísperas.
No sólo del solsticio.
Sino de algo que se viene acumulando.
Dos años de mandato.
Cinco meses sin zona azul.
Una medida suspendida hace un año... reaparecida a última hora.
Barrios bloqueados.
Comercios heridos.
Ciudad sin rotación.
Y una ciudad que, a pocos días de temporada alta,
no está ni preparada,
ni representada.
Se han cumplido dos años.
Y lo único que se ha ejecutado…
es la propaganda.
En Roma, cuando ardía lo viejo, nacía el juicio.
Aquí, cuando se apagan las hogueras…
lo que queda es la factura sin pagar.
No queda brasa. Queda deuda encendida.
No legislan. Ensayan.
No gobiernan. Representan.
No corrigen. Calculan.
Y cuando el cálculo falla…
buscan una hoguera.
Pero este año no es como los otros.
Este año no solo arden papeles.
Arden verdades que ya no se pueden esconder.
Esta noche,
al filo de la ola,
no se pide por amor.
Se pide por justicia.
Porque cuando el calpino moja los pies a medianoche…
no cumple una costumbre.
Ejecuta un juicio sin tribunal.
Lo que arde no es papel.
Es memoria.
El agua lava.
El fuego purifica.
Y el silencio… también habla.
Y esta vez, hablará por todos.
El recibo aún vigente.
La zona azul sin contrato.
El PGOU atrapado en 1998.
La ciudad dividida entre La Fossa y el resto.
El comerciante girando sin plaza.
El ciudadano sin plan.
Y mientras tanto…
casetas.
hashtags.
cámaras.
pancartas.
La hoguera institucional arderá esta noche sin admitir su propia ceniza.
En Roma, cuando el pueblo cruzaba el fuego, no volvía igual.
Era un paso.
Era un juicio.
Era un voto silencioso contra el abuso.
Y esta noche, Calpe será Roma.
Pero sin Senado.
Sin disculpa.
Sin devolución.
Y mientras todo eso arde…
el poder sonríe entre post y pancarta.
Pero esta noche, el pueblo no mira fuegos artificiales.
Mira al mar.
Y pide.
Vecino.
Esta noche, cuando te mojes los pies…
no lo hagas solo por tradición.
Hazlo por memoria. Y pide esto:
Primer deseo. Que quien gobierna, gobierne.
No con fotos.
Con planificación.
Con contratos a tiempo.
Con responsabilidad asumida.
Segundo deseo. Que el comerciante no se rinda.
Que aguante un poco más.
Que no baje la persiana antes que la dignidad.
Que sepa que no está solo.
Y que el pueblo, al cruzar esta noche el agua, también pisa por él.
Tercer deseo. Que quien legisla… lo haga para el pueblo.
No para el turista.
No para la estadística.
No para el titular.
Esta noche, al llegar al agua,
no se busca deseo.
Se enfrenta deuda.
Porque cuando el calpino moja los pies a medianoche…
no lo hace solo por costumbre.
Lo hace por algo que recuerda, aunque nadie se lo haya enseñado:
que el agua lava,
que el fuego purifica,
que el silencio… también habla.
Y esta vez, hablará por todos.
Porque el fuego no perdona lo que no se corrige.
Y el mármol… no olvida lo que no se repara.
Esta noche no se trata de magia.
Se trata de memoria.
Porque Roma no pedía milagros.
Pedía respuestas.
Y cuando no las encontraba…
escribía sentencia en mármol.
Que esta brasa no se quede en ceniza.
Que esta agua no se quede en playa.
Y que este pueblo…
no se quede donde lo dejaron.
Cuando tus pies toquen el mar,
sabrás que no estás solo.
Porque, aunque no se vea,
hay una legión de calpinos cruzando contigo.
Porque cada lunes, somos más.
Más ojos despiertos.
Más memoria encendida.
Más pueblo cruzando juntos.
Hoy no escribo para iluminar.
Escribo para dejar rastro.
Para que no quede solo humo.
Para que no quede solo hartazgo.
Escribo esto para que no quede ceniza.
Porque lo que se graba en mármol…
ni el poder lo deslee.
El juicio ha comenzado.
![[Img #18606]](https://calpdigital.es/upload/images/05_2025/5131_fran-perona.jpg)
Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

Hubo un tiempo en el que el fuego era del pueblo.
No del concejal de fiestas, ni del funcionario de costas.
La víspera no tenía horario oficial, ni cordón de seguridad.
Bastaba con una pala, un grupo de amigos y ganas de celebrar.
Las playas de Calp —la tarde del 23— se llenaban de hogueras pequeñas, íntimas, improvisadas.
Unas eran de madera, otras de cartón.
Pero todas eran reales.
Allí no se pedía permiso.
Se pedía fuego.
Hoy, todo eso está prohibido.
Costas no quiere ceniza en la arena.
La Administración no quiere ruido fuera de agenda.
Y el Ayuntamiento sólo autoriza la suya:
una sola hoguera, sobre asfalto, escoltada por vallas.
La fiesta, convertida en exhibición.
Ya no puedes hacer la tuya.
Tienes que mirar la de ellos.
Ya no puedes saltar la brasa con los tuyos.
Tienes que aplaudir la brasa que ellos encienden.
Antes el fuego era comunión.
Ahora es propiedad institucional.
Otra tradición destruida.
Como todo lo que tocan.
Y lo aceptamos.
Nos han robado la noche.
Y encima damos las gracias.
El poder ha cumplido dos años de legislatura.
Pero nadie ha saltado la hoguera.
No ha habido purificación.
Solo brasas que se esconden debajo de informes, fotos, subvenciones y promesas.
Durante 24 meses, se ha gobernado sin oposición, sin reflexión y sin consecuencias.
Y hoy, víspera de San Juan, el pueblo no mira al mar.
Mira a su Ayuntamiento…
y no ve fuego.
Ve humo.
Porque todo arde:
las licitaciones, las promesas, la coherencia, la rotación, la transparencia.
Pero nadie asume el incendio.
Esta noche no arderá una hoguera.
Arderá una mitad de legislatura sin memoria.
No habrá hoguera en la arena.
Habrá rastro en los expedientes.
No se saltarán llamas.
Se esquivarán errores.
Pero el pueblo, que ya no duerme, sabe que estamos en vísperas.
No sólo del solsticio.
Sino de algo que se viene acumulando.
Dos años de mandato.
Cinco meses sin zona azul.
Una medida suspendida hace un año... reaparecida a última hora.
Barrios bloqueados.
Comercios heridos.
Ciudad sin rotación.
Y una ciudad que, a pocos días de temporada alta,
no está ni preparada,
ni representada.
Se han cumplido dos años.
Y lo único que se ha ejecutado…
es la propaganda.
En Roma, cuando ardía lo viejo, nacía el juicio.
Aquí, cuando se apagan las hogueras…
lo que queda es la factura sin pagar.
No queda brasa. Queda deuda encendida.
No legislan. Ensayan.
No gobiernan. Representan.
No corrigen. Calculan.
Y cuando el cálculo falla…
buscan una hoguera.
Pero este año no es como los otros.
Este año no solo arden papeles.
Arden verdades que ya no se pueden esconder.
Esta noche,
al filo de la ola,
no se pide por amor.
Se pide por justicia.
Porque cuando el calpino moja los pies a medianoche…
no cumple una costumbre.
Ejecuta un juicio sin tribunal.
Lo que arde no es papel.
Es memoria.
El agua lava.
El fuego purifica.
Y el silencio… también habla.
Y esta vez, hablará por todos.
El recibo aún vigente.
La zona azul sin contrato.
El PGOU atrapado en 1998.
La ciudad dividida entre La Fossa y el resto.
El comerciante girando sin plaza.
El ciudadano sin plan.
Y mientras tanto…
casetas.
hashtags.
cámaras.
pancartas.
La hoguera institucional arderá esta noche sin admitir su propia ceniza.
En Roma, cuando el pueblo cruzaba el fuego, no volvía igual.
Era un paso.
Era un juicio.
Era un voto silencioso contra el abuso.
Y esta noche, Calpe será Roma.
Pero sin Senado.
Sin disculpa.
Sin devolución.
Y mientras todo eso arde…
el poder sonríe entre post y pancarta.
Pero esta noche, el pueblo no mira fuegos artificiales.
Mira al mar.
Y pide.
Vecino.
Esta noche, cuando te mojes los pies…
no lo hagas solo por tradición.
Hazlo por memoria. Y pide esto:
Primer deseo. Que quien gobierna, gobierne.
No con fotos.
Con planificación.
Con contratos a tiempo.
Con responsabilidad asumida.
Segundo deseo. Que el comerciante no se rinda.
Que aguante un poco más.
Que no baje la persiana antes que la dignidad.
Que sepa que no está solo.
Y que el pueblo, al cruzar esta noche el agua, también pisa por él.
Tercer deseo. Que quien legisla… lo haga para el pueblo.
No para el turista.
No para la estadística.
No para el titular.
Esta noche, al llegar al agua,
no se busca deseo.
Se enfrenta deuda.
Porque cuando el calpino moja los pies a medianoche…
no lo hace solo por costumbre.
Lo hace por algo que recuerda, aunque nadie se lo haya enseñado:
que el agua lava,
que el fuego purifica,
que el silencio… también habla.
Y esta vez, hablará por todos.
Porque el fuego no perdona lo que no se corrige.
Y el mármol… no olvida lo que no se repara.
Esta noche no se trata de magia.
Se trata de memoria.
Porque Roma no pedía milagros.
Pedía respuestas.
Y cuando no las encontraba…
escribía sentencia en mármol.
Que esta brasa no se quede en ceniza.
Que esta agua no se quede en playa.
Y que este pueblo…
no se quede donde lo dejaron.
Cuando tus pies toquen el mar,
sabrás que no estás solo.
Porque, aunque no se vea,
hay una legión de calpinos cruzando contigo.
Porque cada lunes, somos más.
Más ojos despiertos.
Más memoria encendida.
Más pueblo cruzando juntos.
Hoy no escribo para iluminar.
Escribo para dejar rastro.
Para que no quede solo humo.
Para que no quede solo hartazgo.
Escribo esto para que no quede ceniza.
Porque lo que se graba en mármol…
ni el poder lo deslee.
El juicio ha comenzado.
Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.
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