La cultura y el conocimiento, han de ser para todos los bolsillos
La estúpida prohibición de fotocopiar libros
Cuando la cultura y el conocimiento se convierten en negocio tenemos un gran problema, la cultura no llega a todo el pueblo.
![[Img #2150]](upload/img/periodico/img_2150.jpg)
Se nos dice por un lado que dicha
prohibición responde a los derechos económicos del autor, y que viene a salvar la propia producción científica
que de no ser por las ventas de libros no se sustentaría.
Personalmente, ese argumento es tan
absurdo y poco defendible como haberle prohibido a Gütenberg haber
creado su maravilloso y revolucionario invento porque los autores de
la época no pudieran competir con la velocidad de la imprenta.
![[Img #2151]](upload/img/periodico/img_2151.jpg)
Muchos de estos manuales, tienen unos
precios altísimos, al alcance de no todos los estudiantes. Para
colmo de males, no se encuentran siquiera disponibles en bibliotecas,
dos manuales para una asignatura que cursan 250 personas.
Quizá sea un idealista, pero me
resulta de una ranciedad galopante impedir que la cultura y el
conocimiento lleguen a todos los sitios, que todos los bolsillos,
hasta el más agujereado puedan acceder a aprender, y por ello a
enseñar, a construir una sociedad más avanzada.
Que la cultura no se quede juntando
polvo en los expositores de librerías, con el precio colgando a modo
de candado.
¡NO! Yo quiero libre intercambio de
conocimiento, quiero que la divulgación más salvaje y extrema
conduzca al debate, a la investigación y por ende a la mejora de
esos manuales.
Ese sería el marco perfecto.
¿Soluciones intermedias? “Haberlas
haylas” , sin pensar mucho puedo proponer:
1.Establecimiento de algún tipo de
impuesto/canon justificado y sobretodo controlado (vistos los precedentes) sobre fotocopias.
2. Creación de dos formatos de venta
por las propias editoriales para los libros académicos:
a) El encuadernado, con tapa de
color y demás lujos y detalles vistosos, para quien quiera la
edición de biblioteca,
b) Por mucho menos dinero, una
edición encuadernada mucho más sencillamente, fotocopiado, que
permitiera llegar a todos los públicos.
Sería negociable y razonable. Y como
en todos los casos, es posible llegar a un acuerdo.
Pero como esto no interesa, no se hace.
Por ello a día de hoy me declaro en rebeldía de esta prostitución de los
poderes públicos garantes de la cultura y el conocimiento del pueblo
ante los intereses puramente económicos de grupos editoriales y
autores que prefieren el monopolio de sus obras a la divulgación,
que después de todo, nada puede ser mayor orgullo y satisfacción
para cualquier autor.
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Se nos dice por un lado que dicha
prohibición responde a los derechos económicos del autor, y que viene a salvar la propia producción científica
que de no ser por las ventas de libros no se sustentaría.
Personalmente, ese argumento es tan absurdo y poco defendible como haberle prohibido a Gütenberg haber creado su maravilloso y revolucionario invento porque los autores de la época no pudieran competir con la velocidad de la imprenta.
Muchos de estos manuales, tienen unos precios altísimos, al alcance de no todos los estudiantes. Para colmo de males, no se encuentran siquiera disponibles en bibliotecas, dos manuales para una asignatura que cursan 250 personas.
Quizá sea un idealista, pero me resulta de una ranciedad galopante impedir que la cultura y el conocimiento lleguen a todos los sitios, que todos los bolsillos, hasta el más agujereado puedan acceder a aprender, y por ello a enseñar, a construir una sociedad más avanzada.
Que la cultura no se quede juntando
polvo en los expositores de librerías, con el precio colgando a modo
de candado.
¡NO! Yo quiero libre intercambio de conocimiento, quiero que la divulgación más salvaje y extrema conduzca al debate, a la investigación y por ende a la mejora de esos manuales.
Ese sería el marco perfecto.
¿Soluciones intermedias? “Haberlas haylas” , sin pensar mucho puedo proponer:
1.Establecimiento de algún tipo de
impuesto/canon justificado y sobretodo controlado (vistos los precedentes) sobre fotocopias.
2. Creación de dos formatos de venta por las propias editoriales para los libros académicos:
a) El encuadernado, con tapa de color y demás lujos y detalles vistosos, para quien quiera la edición de biblioteca,
b) Por mucho menos dinero, una edición encuadernada mucho más sencillamente, fotocopiado, que permitiera llegar a todos los públicos.
Sería negociable y razonable. Y como en todos los casos, es posible llegar a un acuerdo.
Pero como esto no interesa, no se hace. Por ello a día de hoy me declaro en rebeldía de esta prostitución de los poderes públicos garantes de la cultura y el conocimiento del pueblo ante los intereses puramente económicos de grupos editoriales y autores que prefieren el monopolio de sus obras a la divulgación, que después de todo, nada puede ser mayor orgullo y satisfacción para cualquier autor.
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