Artículo de opinión por Jordi Núñez y João Azevedo
Los “Calpe” olvidados por la historia: Calp, Gibraltar y Viana do Castelo
Artículo de opinion de João Azevedo (Graduado. Postgrado en Gestión Ambiental y Territorio, Máster en Ordenación del Territorio. Doctor en Geografía y Estudios del Paisaje) y Jordi Núñez Zaragoza (Licenciado, Postgrado en Nuevos Territorios. Doctorando. Experto Universitario en Protección del Patrimonio Histórico-Artístico)
![[Img #12347]](http://calpdigital.es/upload/images/01_2021/7887_calp-gibraltar-y-viana-do-castelo.jpg)
Paradojas. Se encuentran en todos los hechos históricos y surgen de lo que parece ser un capricho del destino. Los creyentes dirán que es un recordatorio divino de la futilidad humana, y en este caso, habrá quien querrá ver un castigo a los hipócritas y fariseos del Templo de Salomón.
Sea como fuere, las paradojas unamunianas -por las que tenía tanta querencia el egregio vasco-, están presentes en la enunciación que hacía Miguel de Unamuno de la explicación de la “gran” Historia como un sumatorio de las “intrahistorias” de los hombres que la conforman, con menor o mayor relevancia. Así, algunas de estas “intrahistorias” de personajes concretos devendrían de especial trascendencia para la Historia común o general, con una significación y resultados imprevisibles, dando lugar a escenarios inesperados y realidades históricas completamente indeseadas, a veces inexplicables, tanto para sus protagonistas y sus deseos como para la Historia, con letra capital. Son hechos que la historiografía puede fácilmente soslayar o que pueden perderse en la bruma o el éter, a modo de un “rosebud” orsoniano, hechos que se diluyen en el tiempo y el espacio sin explicación plausible y que darían respuesta a enigmas aparentemente irresolubles o dando lugar a otras realidades, a veces escalofriantes…
Pues bien, finalmente, la Historia del pueblo de Calpe y su topónimo habrá de agradecer a la intrahistoria personal y familiar de la profecía autocumplida del abogado Ximo Tur -que tal y como manifestaba a propios y extraños habría de ser, como su abuelo, Alcalde de Calp “como fuere”, por lo civil o lo criminal-, el conocimiento actual y los nuevos datos recabados sobre el vocablo Calpe, datos que contradicen de manera indubitada los postulados que en su momento se arguyeron, toda vez -y tras el gambito “maestro” (sic) de Tur de hace ahora 13 años que le llevó a ser munícipe calpino sin apoyo social, al menos mayoritario-, logró imponer la denominación oficial y única de “Calp” de manera espuria e ignominiosa y a contrapelo del sentir general.
Así, el valencianismo político sectario, disgregador y contraproducente, quebraba de este modo la paz social y la convivencia lingüística, y subvertía además -ahora se sabe de manera incontrovertible-, la Historia del topónimo, el acerbo cultural del pueblo de Calpe y sus gentes, encendiendo la espita que llevaría -y de ahí el agradecimiento debido, se decía-, al descubrimiento de una realidad que ha permanecido oculta o al menos inconexa hasta ahora. Dicho de otro modo; la insistencia intransigente en el “Calp, i res més” ha llevado, en la investigación del topónimo preexistente y la explicación de éste, al (re)descubrimiento y conexión de tres hechos hasta ahora aislados, tres Calpes ibéricos de la antigüedad recuperados en la edad contemporánea: nuestro Calp, Gibraltar (“Montis Insignia Calpe”) y Viana do Castelo (Calpe). Las tres ubicaciones presentan sendos peñones los primeros, y un promontorio en el que se asienta el castillo que apellida su nombre, el tercero, óptimos como guías para la navegación y símbolos del lugar, a los que darían nombre durante siglos.
De la propia imposición han surgido los mimbres para deshacerla, los elementos para enmendarla, las herramientas para socavar los cimientos de un constructo intelectivo falsario.
Y además, sin posibilidad de ambages. En esta paradoja de la Historia se imbrican además las “intrahistorias” particulares de los suscribientes del presente artículo, el geógrafo portugués João Azevedo y el que secunda, unidos por nuestra pertenencia común a la Sociedad Iberista, y hermanados como iberistas y “calpinos”; id est, luso uno, de Viana do Castelo, e hispano otro, de Calp/Calpe, una afortunadísima coincidencia que ha descubierto la conexión entre ambas.
Veamos…
De esta inquietud e interés ad honorem por la verdad histórica del topónimo surge la realización de una investigación que ha llevado años y consultas y que ahora fructifica.
Se intuía entonces y puede aseverarse en la actualidad de manera indubitada -a resultas de la voluntad de restitución del status quo anterior, voluntad en la que deriva la investigación extractada en este artículo, orientada a la contestación de aquellas plumas que en su momento aportaron su trabajo al expediente-, que estos escritos estaban preñados de interés, lastrados por el pesebrismo académico, o se adivinaban firmados por titulados con falta de sapiencia o abandonados al activismo político. Las razones dadas por los cuatro notorios, con sus matices, en el expediente del cambio elevado a la Acadèmia Valenciana de la Llengua, vino a subvertir de manera probablemente consciente la verdadera historia del topónimo, que no es, como se pretende hacer pasar por estos “expertos” y se enunció en el anterior artículo publicado en este medio, una castellanización o fonetización castellana sobrevenida del vocablo anterior valenciano, derivado del topónimo islámico “Kalb” o “Kalp”, aquél encontrado tras la “reconquista” cristiana por el Reino de Aragón. Por lo expresado negro sobre blanco tiempo ha y lo dicho y escrito aún y a día de hoy, en atención a artículos del tipo “Calp, i res més“ y similares, aquellos dictámenes “académicos” aportados, que se pretendían “científicos” por el valencianismo político -las veces, septentrional y deudor de otros intereses-, ni lo eran entonces ni lo son ahora.
Ara resulta que la “Escola Valenciana”, que ha d’educar als nostres fills en la convivència, la tolerància i la diversitat, totalment ideologitzada i sectaria, sense cap amor per la llengua, ha llançat el eslogan “Calp és Calp”, i convida a tots a unir-se i signar en calp.activistesvalencia.org.
Pues bé, jo convidaria a aquests “activistes” a fer cura d’humiltat, constricció i voluntat d’esmena i aplicar-se el conte del que acusen. Diuen “per ells (per als “espanyols mal parits”, imagine, en el seu desideràtum de la Espanya carpetovetònica plena de prejudicis), ja podeu demostrar-los documents o garanties o proves científiques, sobre com són les coses o com es diuen, perquè els la bufarà sempre”, i a més afegeixen “la llengua, el patrimoni, la toponímia… o l’economia, l’equilibri territorial o fiscal o fins i tot els drets humans: el feixisme és agressió, i els partits espanyols (tots, clar què sí… aixina és més fàcil odiar) són, per damunt de tot, agressius i violents, i els la bufa la ciència i el coneixement, la democràcia o la cultura” (sic). Pues senyors, estàn parlant de vostés mateix, la cara més diàfana del feixisme valencià, però necessiteu a un Bertolt Brecht que vos pose les ulleres o un espill davant de la vostra lletjor… Encara i tot, no ho assumireu mai perquè seria assumir la vostra falta de principis i valors com a éssers humans.
De la investigación y consultas se ha obtenido como resultado la aparición de hasta 4 “Calpes” diferentes y con distintas ubicaciones, de los que se desatiende uno por inconsistente, a saber, y en prevención, el “Calpe” turco. Descubierto por el estudioso calpino Andrés Ortolá en la ribera del Mar Egeo, en la península de Anatolia -lugar que visitó años ha y que no presenta ningún hito geográfico que pueda relacionarlo con nuestro Calp o Gibraltar (Calpe) de manera totalmente indubitada, que pudiera haberse hecho servir por los marinos de antaño como referencia para la navegación costera y la estima de demoras, enfilaciones u oposiciones-, desconociendo el motivo de la coincidencia. Ya fuere un capricho o una ciudad fundada por gentes que conociesen algún Calpe peninsular y en honor, por ejemplo, del Calpe/Gibraltar, tan importante en su momento y aún hoy por su significación geográfica y/o política, se desconoce.
Incluso hay un “Los Calpes” en la Comunidad Valenciana, a título anecdótico; la pedanía de “Los Calpes de Arenoso”, en el Castellón interior, sembrado de riscos y montañas.
No obstante, y sin embargo, ha aparecido de entre las brumas un Calpe desconocido o poco difundido hasta ahora, Viana do Castelo, ciudad lusa ubicada en el antiguo condado leonés de Porto Calense, radicado en torno al burgo llamado Cale Castrum Novum (castillo nuevo de Cale), con la condición de civitas romana. El entorno de esta colina y su puerto, el Portus Cale, sería el área fundacional del actual Portugal (portucale) y de la que deriva su nombre, fundado por el noble astur Conde Vimares Pérez, una referencia para el iberismo como corriente ideológica y de pensamiento. Se estima que el nacimiento del Reino de Portugal se produjo en 1139 cuando el conde Alfonso Henríquez, natural de Guimarães o Viseu -donde, según el medievalista José Mattoso, se puede determinar la presencia de la madre, la Infanta Dña. Teresa, según las fuentes documentales-, y cabeza del Condado Portucalense, comenzó a intitularse «rey». La independencia del Portugal respecto del Reino de León se consolidaría en 1179 al ser reconocido Alfonso Henríquez como rey mediante la bula papal Manifestis Probatum.
Sea como fuere, en atención a las investigaciones del Dr. Azevedo y según este estudioso, en traducción libre del original en portugués, “los romanos identificaban este área como Calpe, nombre dado por los griegos, que fundaron una colonia aquí”, según la transcripción al luso del original griego y adaptado y completado al latín facilitada por este geógrafo y que traduzco como “Diómedes, hijo de Tydeo y de Deifila, hija de Adrastro, Rey de Argos cual Diomedes, sabed que fue Rey de Etolia y competidor de Aquiles y Ajax, arribando a estas costas y desembarcando en esta orilla en el año del mundo 2806 -en el 1156 a.C.-, fundando una población en el sitio, (...) castillo y villa, dándole el nombre de Calpe”. Y añade la cita latina, en su literalidad: “In ripa Lethes Diomedes condidit Urbem Nomine Calpem, nunc pulchra Vianna tenet”, referencias y textos históricos cuya existencia el nacionalismo identitario y excluyente obvia o insiste (¿insistirá?) en negar.
En función de lo anterior, la principal fuente de prueba en la que se basan diferentes estudios lusos para la íntima unión del topónimo Calpe con la actual ciudad de Viana se encuentra en las referencias realizadas por Frei Leão de São Tomás “y otros autores” a los versos del poeta romano Rufo Festo Aviens (s. IV d.C.), transcritos ad litteram:
“Protendit Latius arva Occeani Vianna solo,
quae glauca recumbit Occeano Hisperiae,
Tude hic atque Argua Calpe (el énfasis es nuestro),
Hic Hispanus* arger, tellos hic dives Iberum”. (*en una misma frase, Hispania e Iberia)
Con independencia de que hubiere algún tipo de errata en la delimitación cronológica, y según parece tras la aportación el Dr. Azevedo, “se piensa que tribus celtas que migraron hacia el sur de Europa”, procedentes de la zona de la actual Vienne francoprovenzal , a 35 kilómetros de Lyon, en la confluencia de los ríos Gère y Rhone, fundaron en la península ibérica ciudades “con el nombre de Viana, como Viana do Bolo, Viana de Navarra, Viana do Alentejo, Viana do Castelo, etc.”, todas ellas derivadas del vocablo celta Wien.
Atendiendo a los estudios del geógrafo luso, el celta “Wien” aparece también “otras veces en nombres atribuidos a los romanos, (siendo que) el prefijo “bona”, que significa «ciudad blanca», es normalmente precedida por el vocablo “Beann” [Vien] (monte,colina o pico). Tenemos un ejemplo en la capital de Austria, Viena”, cuyo nombre latino sería “Vindobona”.
Según aporta el Dr. Azevedo, el vocablo Viana “fue utilizado por los pueblos ibéricos, también, para referirse a las montañas o montes. Si atendemos a la génesis geográfica de la localización actual de Viana do Castelo, el monte de Santa Luzia, correspondiendo a un batólito granítico de facies balanças y rosadas, no provista de cobertura vegetal como actualmente se caracteriza y que anteriormente sería una elevación desprovista de árboles, que le conferiría un aspecto blanquecino, fomentando una posición dominante del promontorio junto al mar, de ahí también que no sea extraño una denominación de este territorio como Calpe, (denominación) atribuida a los griegos”.
Así, llegados y asentados elementos celtas en el lugar, y citando de nuevo al coofirmente de este artículo, “fue en el 359(?) antes de la venida de Cristo, (que) convirtieron el nombre de Calpe en Viana, en memoria de Viena (de França no Delfinado, en el original portugués, una de las antiguas provincias francas, con capital en Grenoble, actual región de Auvérnia-Ródano-Alpes), el cual se logró fijar“, (sustituyendo al Calpe griego) “antes que Décimo Junio Bruto”, general romano vencedor en la Gallaecis -la actual Galicia y el norte de Portugal-, “diera a esa tierra el nombre de Brutonia o Britonia”, del que derivarían gentilicios utilizados para nombrar a catedrales y obispos y representantes de la iglesia así como a los del lugar en “concilios de Hispania”, tras la unificación política y religiosa peninsular de la antigua Hispania, nuestra Iberia, operada por el Reino visigodo de Toledo. Autores modernos recogen, en todo caso, que “quam galli celtae semper dixere Viannam (…) ille suo cognomine ductus Brutonia Dixit: Magna Viannae armis opressae Gloria semper”, por lo que se habría abandonado el topónimo en honor al general romano para adoptar el preexistente celta y quedando desde entonces el topónimo del lugar como Viana, tierra a la que los celtas “semper dixere Viannam/siempre llamaron Viannam”, desde la sustitución del topónimo griego Calpe.
Este vocablo, Calpe, bien pudiera haber sido tomado o recogido de íberos y/o fenicios trasladado por los griegos en su periplo de navegación y remonte, costeando y circundando la península hacia el norte, y dada la importancia del Calpe (Gibraltar) del sur como columna de Hércules, elemento legendario de origen mitológico, que referido en la Antigüedad nombraba a los promontorios que flanquean el estrecho de Gibraltar. Según la mitología, Hércules habría separado las dos extensiones de tierra que formaban Europa y África con sus manos accediendo a la isla situada en las proximidades de (Cádiz) a fin de realizar el último de sus famosos trabajos, colocando a ambos lados unas columnas como símbolo del fin del mundo conocido por el hombre. Los griegos quisieron rebasar estos confines en pos de nuevos asentamientos en el atlántico, nombrado así por ser el mar en el que se pensaba estaría la Atlantis mitológica, que se creía real. Como sabemos, la columna norte se situaría en el Monte Calpe, esto es, el Peñón de Gibraltar (renombrado tras la invasión árabe como Ẏabal Tāriq (جبل طارق), o «montaña de Tariq»), Calpe -innominado como del sur, por ser el principal-, mientras nuestro peñón sería el Calpe norte, o el aclarativo “Ifach”, según la teoría vascoiberista, por ser menor y secundario. No es descabellado suponer que toda vez estos navegantes encontraran un nuevo promontorio de la entidad suficiente -y aún sin poder equipararse a la magnificencia de los Calpes anteriores-, dieran al lugar el nombre de “Calpe” por su especial significación e importancia en la navegación costera, y en atención a sus homólogos por su importancia como hito y referencia desde la mar océana, monte en el que se asienta el castillo que completa el vocablo celta de Viana con “do Castelo”; Viana do Castelo.
En definitiva, dejando a un lado el Calpe turco, si los tres territorios ibéricos de Gibraltar como “mons Calpe”, el Calpe del Sur o “Montis Insignia Calpe” (topónimo seguramente íbero -se dijo-, recogido por fenicios, griegos y romanos), el Calp o Calpe "del norte", Ifach, y Viana do Castelo o el Calpe atlántico, comparten topónimo desde la antigüedad, con el nexo de unión de la importancia de sus referencias como "Calpe" o peñón/monte/hito geográfico visible a varias millas náuticas, y con una importancia crucial en la navegación de entonces… ¿es posible defender aún, desde una posición crítica, que Calpe es una castellanización del topónimo preexistente Calp, cuando es un topónimo hallado en lugares sin relación con el valenciano? Pudiera parecer que los señores -y señoras-, del “Calp i res més” quisieran hacernos pensar que como a Gibraltar, Jaume I llegaría a Viana do Castelo, lindando con la actual Galicia, para que pudiera decirse que aquél Calpe tiempo ha fue también valenciano… en fin. Es hora de descabalgar el caballo, asumir la evidencia de los textos históricos y la lógica cartesiana de los hechos.
Ante estas nuevas aportaciones al saber general y a la Historia común e imbricada de estos tres “Calpes”, las ciudades y su entorno, se recordará de nuevo que la ciencia y el conocimiento humanos avanzan tras la superación de paradigmas anteriores, ya fuere para enmendarlos o refutarlos en su totalidad, y aunque tal vez pequemos de cierto idealismo hegeliano o buenismo antropológico, invitamos a abandonar la trinchera de la lengua como arma ideológica para abrazar la bandera del saber y el bien común, desprovistas la posturas académicas de maniqueísmos, activismos e intereses ideológicos que distorsionen la mirada de la ciencia. Queda mucho por investigar, fondos y archivos por leer, y quién sabe si pudiera aparecer otro Calpe relacionado con algún istmo o accidente geográfico que pudiera haber adoptado el vocablo Calpe como topónimo. De hecho habría estudios que defienden que la similitud entre Cale, Cabo, Cab, Cape... en diferentes idiomas y en relación a cabos u otros accidentes o salientes montañosos reseñables o de entidad no es baladí, y devendría en mucho más que una similitud fonética caprichosa y sin relación aparente más allá de su evidente parecido en cuanto a su significado y su significante.
Finalmente, cerrando el círculo de esta diatriba en relación a la polémica de la restitución de la denominación oficial, y completando la iniciativa política de Ciudadanos elevada al último Pleno del consistorio calpino, como miembros de la Sociedad Iberista quisiéramos que quedara constancia de la Historia compartida por estos tres territorios ibéricos como son el portugués de Viana do Castelo, Gibraltar y nuestro Calp, mediante dos gestos simbólicos e inmarcesibles:
En primer lugar, declarar a Calpe como “Ciudad Iberista”, como integrante de un rosario de ciudades conformadoras de una Red de Ciudades Iberistas que creen sinergias y proselitismos, además de vehicular voluntades surgidas de la comunión de pueblos y ciudades.
En segundo lugar, se propone, además, dar inicio al expediente de hermanamiento de las tres ciudades -con una posible realización conjunta y futura de conferencias con especialistas portugueses y gibraltareños, intercambio de alumnos, publicaciones, etc...-, en torno al topónimo que nos une y la Historia común, que se entronca en la antigüedad y que reconcilia a la península ibérica con un pasado de hermandad, comunicados por el Mare Nostrum y el Atlántico y con el íntimo convencimiento que se adivina compartido con los marinos de antaño que les llevaría a pensar que, unidas los tres escalas, la navegación se habría completado y llegado a destino, salvos, al amparo de los tres “mons Calpe”.
Autores del artículo
Jordi Núñez Zaragoza
Licenciado, Postgrado en Nuevos Territorios. Doctorando. Experto Universitario en Protección del Patrimonio Histórico-Artístico
João Azevedo
Graduado. Postgrado en Gestión Ambiental y Territorio, Máster en Ordenación del Territorio. Doctor en Geografía y Estudios del Paisaje.
![[Img #12348]](http://calpdigital.es/upload/images/01_2021/8041_jordi-nunez-zaragoza-y-joao-azevedo.jpg)
Paradojas. Se encuentran en todos los hechos históricos y surgen de lo que parece ser un capricho del destino. Los creyentes dirán que es un recordatorio divino de la futilidad humana, y en este caso, habrá quien querrá ver un castigo a los hipócritas y fariseos del Templo de Salomón.
Sea como fuere, las paradojas unamunianas -por las que tenía tanta querencia el egregio vasco-, están presentes en la enunciación que hacía Miguel de Unamuno de la explicación de la “gran” Historia como un sumatorio de las “intrahistorias” de los hombres que la conforman, con menor o mayor relevancia. Así, algunas de estas “intrahistorias” de personajes concretos devendrían de especial trascendencia para la Historia común o general, con una significación y resultados imprevisibles, dando lugar a escenarios inesperados y realidades históricas completamente indeseadas, a veces inexplicables, tanto para sus protagonistas y sus deseos como para la Historia, con letra capital. Son hechos que la historiografía puede fácilmente soslayar o que pueden perderse en la bruma o el éter, a modo de un “rosebud” orsoniano, hechos que se diluyen en el tiempo y el espacio sin explicación plausible y que darían respuesta a enigmas aparentemente irresolubles o dando lugar a otras realidades, a veces escalofriantes…
Pues bien, finalmente, la Historia del pueblo de Calpe y su topónimo habrá de agradecer a la intrahistoria personal y familiar de la profecía autocumplida del abogado Ximo Tur -que tal y como manifestaba a propios y extraños habría de ser, como su abuelo, Alcalde de Calp “como fuere”, por lo civil o lo criminal-, el conocimiento actual y los nuevos datos recabados sobre el vocablo Calpe, datos que contradicen de manera indubitada los postulados que en su momento se arguyeron, toda vez -y tras el gambito “maestro” (sic) de Tur de hace ahora 13 años que le llevó a ser munícipe calpino sin apoyo social, al menos mayoritario-, logró imponer la denominación oficial y única de “Calp” de manera espuria e ignominiosa y a contrapelo del sentir general.
Así, el valencianismo político sectario, disgregador y contraproducente, quebraba de este modo la paz social y la convivencia lingüística, y subvertía además -ahora se sabe de manera incontrovertible-, la Historia del topónimo, el acerbo cultural del pueblo de Calpe y sus gentes, encendiendo la espita que llevaría -y de ahí el agradecimiento debido, se decía-, al descubrimiento de una realidad que ha permanecido oculta o al menos inconexa hasta ahora. Dicho de otro modo; la insistencia intransigente en el “Calp, i res més” ha llevado, en la investigación del topónimo preexistente y la explicación de éste, al (re)descubrimiento y conexión de tres hechos hasta ahora aislados, tres Calpes ibéricos de la antigüedad recuperados en la edad contemporánea: nuestro Calp, Gibraltar (“Montis Insignia Calpe”) y Viana do Castelo (Calpe). Las tres ubicaciones presentan sendos peñones los primeros, y un promontorio en el que se asienta el castillo que apellida su nombre, el tercero, óptimos como guías para la navegación y símbolos del lugar, a los que darían nombre durante siglos.
De la propia imposición han surgido los mimbres para deshacerla, los elementos para enmendarla, las herramientas para socavar los cimientos de un constructo intelectivo falsario.
Y además, sin posibilidad de ambages. En esta paradoja de la Historia se imbrican además las “intrahistorias” particulares de los suscribientes del presente artículo, el geógrafo portugués João Azevedo y el que secunda, unidos por nuestra pertenencia común a la Sociedad Iberista, y hermanados como iberistas y “calpinos”; id est, luso uno, de Viana do Castelo, e hispano otro, de Calp/Calpe, una afortunadísima coincidencia que ha descubierto la conexión entre ambas.
Veamos…
De esta inquietud e interés ad honorem por la verdad histórica del topónimo surge la realización de una investigación que ha llevado años y consultas y que ahora fructifica.
Se intuía entonces y puede aseverarse en la actualidad de manera indubitada -a resultas de la voluntad de restitución del status quo anterior, voluntad en la que deriva la investigación extractada en este artículo, orientada a la contestación de aquellas plumas que en su momento aportaron su trabajo al expediente-, que estos escritos estaban preñados de interés, lastrados por el pesebrismo académico, o se adivinaban firmados por titulados con falta de sapiencia o abandonados al activismo político. Las razones dadas por los cuatro notorios, con sus matices, en el expediente del cambio elevado a la Acadèmia Valenciana de la Llengua, vino a subvertir de manera probablemente consciente la verdadera historia del topónimo, que no es, como se pretende hacer pasar por estos “expertos” y se enunció en el anterior artículo publicado en este medio, una castellanización o fonetización castellana sobrevenida del vocablo anterior valenciano, derivado del topónimo islámico “Kalb” o “Kalp”, aquél encontrado tras la “reconquista” cristiana por el Reino de Aragón. Por lo expresado negro sobre blanco tiempo ha y lo dicho y escrito aún y a día de hoy, en atención a artículos del tipo “Calp, i res més“ y similares, aquellos dictámenes “académicos” aportados, que se pretendían “científicos” por el valencianismo político -las veces, septentrional y deudor de otros intereses-, ni lo eran entonces ni lo son ahora.
Ara resulta que la “Escola Valenciana”, que ha d’educar als nostres fills en la convivència, la tolerància i la diversitat, totalment ideologitzada i sectaria, sense cap amor per la llengua, ha llançat el eslogan “Calp és Calp”, i convida a tots a unir-se i signar en calp.activistesvalencia.org.
Pues bé, jo convidaria a aquests “activistes” a fer cura d’humiltat, constricció i voluntat d’esmena i aplicar-se el conte del que acusen. Diuen “per ells (per als “espanyols mal parits”, imagine, en el seu desideràtum de la Espanya carpetovetònica plena de prejudicis), ja podeu demostrar-los documents o garanties o proves científiques, sobre com són les coses o com es diuen, perquè els la bufarà sempre”, i a més afegeixen “la llengua, el patrimoni, la toponímia… o l’economia, l’equilibri territorial o fiscal o fins i tot els drets humans: el feixisme és agressió, i els partits espanyols (tots, clar què sí… aixina és més fàcil odiar) són, per damunt de tot, agressius i violents, i els la bufa la ciència i el coneixement, la democràcia o la cultura” (sic). Pues senyors, estàn parlant de vostés mateix, la cara més diàfana del feixisme valencià, però necessiteu a un Bertolt Brecht que vos pose les ulleres o un espill davant de la vostra lletjor… Encara i tot, no ho assumireu mai perquè seria assumir la vostra falta de principis i valors com a éssers humans.
De la investigación y consultas se ha obtenido como resultado la aparición de hasta 4 “Calpes” diferentes y con distintas ubicaciones, de los que se desatiende uno por inconsistente, a saber, y en prevención, el “Calpe” turco. Descubierto por el estudioso calpino Andrés Ortolá en la ribera del Mar Egeo, en la península de Anatolia -lugar que visitó años ha y que no presenta ningún hito geográfico que pueda relacionarlo con nuestro Calp o Gibraltar (Calpe) de manera totalmente indubitada, que pudiera haberse hecho servir por los marinos de antaño como referencia para la navegación costera y la estima de demoras, enfilaciones u oposiciones-, desconociendo el motivo de la coincidencia. Ya fuere un capricho o una ciudad fundada por gentes que conociesen algún Calpe peninsular y en honor, por ejemplo, del Calpe/Gibraltar, tan importante en su momento y aún hoy por su significación geográfica y/o política, se desconoce.
Incluso hay un “Los Calpes” en la Comunidad Valenciana, a título anecdótico; la pedanía de “Los Calpes de Arenoso”, en el Castellón interior, sembrado de riscos y montañas.
No obstante, y sin embargo, ha aparecido de entre las brumas un Calpe desconocido o poco difundido hasta ahora, Viana do Castelo, ciudad lusa ubicada en el antiguo condado leonés de Porto Calense, radicado en torno al burgo llamado Cale Castrum Novum (castillo nuevo de Cale), con la condición de civitas romana. El entorno de esta colina y su puerto, el Portus Cale, sería el área fundacional del actual Portugal (portucale) y de la que deriva su nombre, fundado por el noble astur Conde Vimares Pérez, una referencia para el iberismo como corriente ideológica y de pensamiento. Se estima que el nacimiento del Reino de Portugal se produjo en 1139 cuando el conde Alfonso Henríquez, natural de Guimarães o Viseu -donde, según el medievalista José Mattoso, se puede determinar la presencia de la madre, la Infanta Dña. Teresa, según las fuentes documentales-, y cabeza del Condado Portucalense, comenzó a intitularse «rey». La independencia del Portugal respecto del Reino de León se consolidaría en 1179 al ser reconocido Alfonso Henríquez como rey mediante la bula papal Manifestis Probatum.
Sea como fuere, en atención a las investigaciones del Dr. Azevedo y según este estudioso, en traducción libre del original en portugués, “los romanos identificaban este área como Calpe, nombre dado por los griegos, que fundaron una colonia aquí”, según la transcripción al luso del original griego y adaptado y completado al latín facilitada por este geógrafo y que traduzco como “Diómedes, hijo de Tydeo y de Deifila, hija de Adrastro, Rey de Argos cual Diomedes, sabed que fue Rey de Etolia y competidor de Aquiles y Ajax, arribando a estas costas y desembarcando en esta orilla en el año del mundo 2806 -en el 1156 a.C.-, fundando una población en el sitio, (...) castillo y villa, dándole el nombre de Calpe”. Y añade la cita latina, en su literalidad: “In ripa Lethes Diomedes condidit Urbem Nomine Calpem, nunc pulchra Vianna tenet”, referencias y textos históricos cuya existencia el nacionalismo identitario y excluyente obvia o insiste (¿insistirá?) en negar.
En función de lo anterior, la principal fuente de prueba en la que se basan diferentes estudios lusos para la íntima unión del topónimo Calpe con la actual ciudad de Viana se encuentra en las referencias realizadas por Frei Leão de São Tomás “y otros autores” a los versos del poeta romano Rufo Festo Aviens (s. IV d.C.), transcritos ad litteram:
“Protendit Latius arva Occeani Vianna solo,
quae glauca recumbit Occeano Hisperiae,
Tude hic atque Argua Calpe (el énfasis es nuestro),
Hic Hispanus* arger, tellos hic dives Iberum”. (*en una misma frase, Hispania e Iberia)
Con independencia de que hubiere algún tipo de errata en la delimitación cronológica, y según parece tras la aportación el Dr. Azevedo, “se piensa que tribus celtas que migraron hacia el sur de Europa”, procedentes de la zona de la actual Vienne francoprovenzal , a 35 kilómetros de Lyon, en la confluencia de los ríos Gère y Rhone, fundaron en la península ibérica ciudades “con el nombre de Viana, como Viana do Bolo, Viana de Navarra, Viana do Alentejo, Viana do Castelo, etc.”, todas ellas derivadas del vocablo celta Wien.
Atendiendo a los estudios del geógrafo luso, el celta “Wien” aparece también “otras veces en nombres atribuidos a los romanos, (siendo que) el prefijo “bona”, que significa «ciudad blanca», es normalmente precedida por el vocablo “Beann” [Vien] (monte,colina o pico). Tenemos un ejemplo en la capital de Austria, Viena”, cuyo nombre latino sería “Vindobona”.
Según aporta el Dr. Azevedo, el vocablo Viana “fue utilizado por los pueblos ibéricos, también, para referirse a las montañas o montes. Si atendemos a la génesis geográfica de la localización actual de Viana do Castelo, el monte de Santa Luzia, correspondiendo a un batólito granítico de facies balanças y rosadas, no provista de cobertura vegetal como actualmente se caracteriza y que anteriormente sería una elevación desprovista de árboles, que le conferiría un aspecto blanquecino, fomentando una posición dominante del promontorio junto al mar, de ahí también que no sea extraño una denominación de este territorio como Calpe, (denominación) atribuida a los griegos”.
Así, llegados y asentados elementos celtas en el lugar, y citando de nuevo al coofirmente de este artículo, “fue en el 359(?) antes de la venida de Cristo, (que) convirtieron el nombre de Calpe en Viana, en memoria de Viena (de França no Delfinado, en el original portugués, una de las antiguas provincias francas, con capital en Grenoble, actual región de Auvérnia-Ródano-Alpes), el cual se logró fijar“, (sustituyendo al Calpe griego) “antes que Décimo Junio Bruto”, general romano vencedor en la Gallaecis -la actual Galicia y el norte de Portugal-, “diera a esa tierra el nombre de Brutonia o Britonia”, del que derivarían gentilicios utilizados para nombrar a catedrales y obispos y representantes de la iglesia así como a los del lugar en “concilios de Hispania”, tras la unificación política y religiosa peninsular de la antigua Hispania, nuestra Iberia, operada por el Reino visigodo de Toledo. Autores modernos recogen, en todo caso, que “quam galli celtae semper dixere Viannam (…) ille suo cognomine ductus Brutonia Dixit: Magna Viannae armis opressae Gloria semper”, por lo que se habría abandonado el topónimo en honor al general romano para adoptar el preexistente celta y quedando desde entonces el topónimo del lugar como Viana, tierra a la que los celtas “semper dixere Viannam/siempre llamaron Viannam”, desde la sustitución del topónimo griego Calpe.
Este vocablo, Calpe, bien pudiera haber sido tomado o recogido de íberos y/o fenicios trasladado por los griegos en su periplo de navegación y remonte, costeando y circundando la península hacia el norte, y dada la importancia del Calpe (Gibraltar) del sur como columna de Hércules, elemento legendario de origen mitológico, que referido en la Antigüedad nombraba a los promontorios que flanquean el estrecho de Gibraltar. Según la mitología, Hércules habría separado las dos extensiones de tierra que formaban Europa y África con sus manos accediendo a la isla situada en las proximidades de (Cádiz) a fin de realizar el último de sus famosos trabajos, colocando a ambos lados unas columnas como símbolo del fin del mundo conocido por el hombre. Los griegos quisieron rebasar estos confines en pos de nuevos asentamientos en el atlántico, nombrado así por ser el mar en el que se pensaba estaría la Atlantis mitológica, que se creía real. Como sabemos, la columna norte se situaría en el Monte Calpe, esto es, el Peñón de Gibraltar (renombrado tras la invasión árabe como Ẏabal Tāriq (جبل طارق), o «montaña de Tariq»), Calpe -innominado como del sur, por ser el principal-, mientras nuestro peñón sería el Calpe norte, o el aclarativo “Ifach”, según la teoría vascoiberista, por ser menor y secundario. No es descabellado suponer que toda vez estos navegantes encontraran un nuevo promontorio de la entidad suficiente -y aún sin poder equipararse a la magnificencia de los Calpes anteriores-, dieran al lugar el nombre de “Calpe” por su especial significación e importancia en la navegación costera, y en atención a sus homólogos por su importancia como hito y referencia desde la mar océana, monte en el que se asienta el castillo que completa el vocablo celta de Viana con “do Castelo”; Viana do Castelo.
En definitiva, dejando a un lado el Calpe turco, si los tres territorios ibéricos de Gibraltar como “mons Calpe”, el Calpe del Sur o “Montis Insignia Calpe” (topónimo seguramente íbero -se dijo-, recogido por fenicios, griegos y romanos), el Calp o Calpe "del norte", Ifach, y Viana do Castelo o el Calpe atlántico, comparten topónimo desde la antigüedad, con el nexo de unión de la importancia de sus referencias como "Calpe" o peñón/monte/hito geográfico visible a varias millas náuticas, y con una importancia crucial en la navegación de entonces… ¿es posible defender aún, desde una posición crítica, que Calpe es una castellanización del topónimo preexistente Calp, cuando es un topónimo hallado en lugares sin relación con el valenciano? Pudiera parecer que los señores -y señoras-, del “Calp i res més” quisieran hacernos pensar que como a Gibraltar, Jaume I llegaría a Viana do Castelo, lindando con la actual Galicia, para que pudiera decirse que aquél Calpe tiempo ha fue también valenciano… en fin. Es hora de descabalgar el caballo, asumir la evidencia de los textos históricos y la lógica cartesiana de los hechos.
Ante estas nuevas aportaciones al saber general y a la Historia común e imbricada de estos tres “Calpes”, las ciudades y su entorno, se recordará de nuevo que la ciencia y el conocimiento humanos avanzan tras la superación de paradigmas anteriores, ya fuere para enmendarlos o refutarlos en su totalidad, y aunque tal vez pequemos de cierto idealismo hegeliano o buenismo antropológico, invitamos a abandonar la trinchera de la lengua como arma ideológica para abrazar la bandera del saber y el bien común, desprovistas la posturas académicas de maniqueísmos, activismos e intereses ideológicos que distorsionen la mirada de la ciencia. Queda mucho por investigar, fondos y archivos por leer, y quién sabe si pudiera aparecer otro Calpe relacionado con algún istmo o accidente geográfico que pudiera haber adoptado el vocablo Calpe como topónimo. De hecho habría estudios que defienden que la similitud entre Cale, Cabo, Cab, Cape... en diferentes idiomas y en relación a cabos u otros accidentes o salientes montañosos reseñables o de entidad no es baladí, y devendría en mucho más que una similitud fonética caprichosa y sin relación aparente más allá de su evidente parecido en cuanto a su significado y su significante.
Finalmente, cerrando el círculo de esta diatriba en relación a la polémica de la restitución de la denominación oficial, y completando la iniciativa política de Ciudadanos elevada al último Pleno del consistorio calpino, como miembros de la Sociedad Iberista quisiéramos que quedara constancia de la Historia compartida por estos tres territorios ibéricos como son el portugués de Viana do Castelo, Gibraltar y nuestro Calp, mediante dos gestos simbólicos e inmarcesibles:
En primer lugar, declarar a Calpe como “Ciudad Iberista”, como integrante de un rosario de ciudades conformadoras de una Red de Ciudades Iberistas que creen sinergias y proselitismos, además de vehicular voluntades surgidas de la comunión de pueblos y ciudades.
En segundo lugar, se propone, además, dar inicio al expediente de hermanamiento de las tres ciudades -con una posible realización conjunta y futura de conferencias con especialistas portugueses y gibraltareños, intercambio de alumnos, publicaciones, etc...-, en torno al topónimo que nos une y la Historia común, que se entronca en la antigüedad y que reconcilia a la península ibérica con un pasado de hermandad, comunicados por el Mare Nostrum y el Atlántico y con el íntimo convencimiento que se adivina compartido con los marinos de antaño que les llevaría a pensar que, unidas los tres escalas, la navegación se habría completado y llegado a destino, salvos, al amparo de los tres “mons Calpe”.
Autores del artículo
Jordi Núñez Zaragoza
Licenciado, Postgrado en Nuevos Territorios. Doctorando. Experto Universitario en Protección del Patrimonio Histórico-Artístico
João Azevedo
Graduado. Postgrado en Gestión Ambiental y Territorio, Máster en Ordenación del Territorio. Doctor en Geografía y Estudios del Paisaje.
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