Pensar políticamente
Artículo de opinión política por Juan Manuel del Pino , 1er Teniente de Alcalde de Calpe
El tiempo que le toca vivir a cada uno condiciona, como es natural, la forma de ver el mundo. Le da una perspectiva, un sentido. Cuando el hombre dejó de ser cazador recolector tuvo que asentarse para cuidar de sus cultivos. Seguramente cambió la manera de relacionarse, su visión de futuro y de gobierno.
La civilización evolucionó así durante siglos en busca de una vida mejor. La historia nos ha ido ofreciendo todo tipo de detalles sobre nuestro cambiante proceder. Lo que un día resultaba incuestionable pasaba pronto a ser ofensivo, fuera de toda consideración. Y así avanzábamos imparables hacia una meta difusa que lentamente se iba despejando.
Tuvimos que aprender que la verdad es cambiante, es una búsqueda continua y gradual. A día de hoy nos sentimos bastante seguros de unos principios irrenunciables llenos de razón. Los derechos humanos, la justicia, la equidad, la igualdad entre el hombre y la mujer, la preocupación por el medio ambiente o la liberación de las cadenas del dogmatismo, son algunos de los objetivos que la humanidad continúa persiguiendo. En poco más de un siglo hemos avanzado en la mayoría de estos principios más que en miles de años de decidido caminar. Es algo de lo que nuestra moderna civilización se tiene que encontrar enormemente satisfecha y orgullosa, porque a pesar los desequilibrios que hoy nos afectan nadie desearía renunciar a lo alcanzado. No quiere decir esto que la injusticia no exista, pero sí una noción de lo que es justo, una referencia que consideramos cercana a la mayor de las verdades.
Este es nuestro punto actual. A él hemos llegado gracias a los pensadores, a la experiencia y al conocimiento científico. Pero también gracias a los políticos, porque ellos son los que han ido trazando el camino por el que debíamos transcurrir. Ya nunca renunciaremos a la democracia, al convencimiento de que todos tenemos algo que decir y el derecho a ser escuchados. La clase política ha de estar preparada para saber interpretar nuestros deseos y necesidades, ha de actuar con lealtad hacia quien confió en ella. Jamás debe dejarse llevar por la ambición material, pero sí por la perseverancia de cumplir con su función pública.
Los políticos deben escuchar no sólo a sus asesores financieros y de imagen sino también a quien por su posición y preparación esté capacitado para aportar una diferente visión de la realidad. Deben ser honestos, razonar sobre difíciles cuestiones que condicionan el bienestar de los ciudadanos, en ocasiones tendrán que pensar y decidir en nombre del bien común.
Los políticos deben llegar sin hacer excesivo ruido, sin grandes galopadas, y no quedarse demasiado tiempo, tan sólo el necesario para cumplir con su modesta labor en el largo proceso de la completa realización social.
Y si el político no es todavía hoy capaz de convencer y se mantiene en la oposición, no debe desesperar, más bien tiene que enriquecer con sus ideas la acción que finalmente dirija la sociedad.
De igual forma, aquellos que gobiernan deben ser muy escuchantes de sus oponentes, han de preguntarse qué les hace coherentes y atractivos a los ojos de tanta gente. Tienen que enriquecer su propia ideología con las ideas ajenas y saber que quizá mañana ellos ocuparán ese lugar.
Los políticos no deben tener la piel fina, tienen que ser valientes y no víctimas, han de tener una importante dosis de humildad y no pregonar a los cuatro vientos su sentir. Han de guardar una cierta forma de pudor y pensar políticamente.
Juan Manuel del Pino López
1er Teniente de Alcalde
Concejal Delegado de Territorio, Ciclo Integral del Agua y Medio Ambiente.
El tiempo que le toca vivir a cada uno condiciona, como es natural, la forma de ver el mundo. Le da una perspectiva, un sentido. Cuando el hombre dejó de ser cazador recolector tuvo que asentarse para cuidar de sus cultivos. Seguramente cambió la manera de relacionarse, su visión de futuro y de gobierno.
La civilización evolucionó así durante siglos en busca de una vida mejor. La historia nos ha ido ofreciendo todo tipo de detalles sobre nuestro cambiante proceder. Lo que un día resultaba incuestionable pasaba pronto a ser ofensivo, fuera de toda consideración. Y así avanzábamos imparables hacia una meta difusa que lentamente se iba despejando.
Tuvimos que aprender que la verdad es cambiante, es una búsqueda continua y gradual. A día de hoy nos sentimos bastante seguros de unos principios irrenunciables llenos de razón. Los derechos humanos, la justicia, la equidad, la igualdad entre el hombre y la mujer, la preocupación por el medio ambiente o la liberación de las cadenas del dogmatismo, son algunos de los objetivos que la humanidad continúa persiguiendo. En poco más de un siglo hemos avanzado en la mayoría de estos principios más que en miles de años de decidido caminar. Es algo de lo que nuestra moderna civilización se tiene que encontrar enormemente satisfecha y orgullosa, porque a pesar los desequilibrios que hoy nos afectan nadie desearía renunciar a lo alcanzado. No quiere decir esto que la injusticia no exista, pero sí una noción de lo que es justo, una referencia que consideramos cercana a la mayor de las verdades.
Este es nuestro punto actual. A él hemos llegado gracias a los pensadores, a la experiencia y al conocimiento científico. Pero también gracias a los políticos, porque ellos son los que han ido trazando el camino por el que debíamos transcurrir. Ya nunca renunciaremos a la democracia, al convencimiento de que todos tenemos algo que decir y el derecho a ser escuchados. La clase política ha de estar preparada para saber interpretar nuestros deseos y necesidades, ha de actuar con lealtad hacia quien confió en ella. Jamás debe dejarse llevar por la ambición material, pero sí por la perseverancia de cumplir con su función pública.
Los políticos deben escuchar no sólo a sus asesores financieros y de imagen sino también a quien por su posición y preparación esté capacitado para aportar una diferente visión de la realidad. Deben ser honestos, razonar sobre difíciles cuestiones que condicionan el bienestar de los ciudadanos, en ocasiones tendrán que pensar y decidir en nombre del bien común.
Los políticos deben llegar sin hacer excesivo ruido, sin grandes galopadas, y no quedarse demasiado tiempo, tan sólo el necesario para cumplir con su modesta labor en el largo proceso de la completa realización social.
Y si el político no es todavía hoy capaz de convencer y se mantiene en la oposición, no debe desesperar, más bien tiene que enriquecer con sus ideas la acción que finalmente dirija la sociedad.
De igual forma, aquellos que gobiernan deben ser muy escuchantes de sus oponentes, han de preguntarse qué les hace coherentes y atractivos a los ojos de tanta gente. Tienen que enriquecer su propia ideología con las ideas ajenas y saber que quizá mañana ellos ocuparán ese lugar.
Los políticos no deben tener la piel fina, tienen que ser valientes y no víctimas, han de tener una importante dosis de humildad y no pregonar a los cuatro vientos su sentir. Han de guardar una cierta forma de pudor y pensar políticamente.
Juan Manuel del Pino López
1er Teniente de Alcalde
Concejal Delegado de Territorio, Ciclo Integral del Agua y Medio Ambiente.
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