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Martes, 02 de Diciembre de 2025

Actualizada Martes, 02 de Diciembre de 2025 a las 18:18:14 horas

Lunes, 01 de Diciembre de 2025 Tiempo de lectura:
Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'

Vecino. Nadie lo quiere escuchar… ¿Y si mañana es tu hijo?

O de cómo un sistema saturado convierte un simple síntoma en una urgencia real.

Vecino,

 

este lunes se escribe por una sola razón:

 

«Para que, cuando ocurra lo que la estadística hace probable,
nadie pueda decir que nadie lo advirtió
».

 

Y ahora te pregunto:

 

si mañana tu hijo se cae,
si mañana tu nieta tiene fiebre,
si mañana tu sobrino cojea,
¿qué sistema va a recibirlos?

 

Hace unos días, un grupo de padres vino a buscarme.
No venían a hablar de política.
Venían a hablar de miedo.

 

Miedo a no conseguir cita para sus hijos.
Miedo a que el pediatra no dé abasto.
Miedo a que urgencias haga de consulta por defecto.
Miedo a que un día el sistema falle de verdad.

 

No pedían privilegios.
Pedían algo mucho más básico:
que un niño de Calp pueda ser atendido con tiempo y con medios.

 

Los escuché como vecino.
Pero no pude escuchar solo como vecino.
Porque lo que contaban,
yo ya lo había visto antes.

 

Y ahora dime tú, lector, seas quien seas:
padre, madre, tío, tía o abuelo:

 

«¿Qué sentirías
si estas fueran tus preguntas?».

 

No hablo de oídas.
No lo sé por teoría: lo sé porque llevé ese caso.
Aquí, en nuestra propia ciudad.

 

Y lo digo sin alzar la voz: no es un mérito, es un testigo.

 

La Administración negó el error desde el primer día.
Negó lo evidente.
Negó a la realidad clínica que tenía delante.

 

Un niño se cae jugando al fútbol en el patio del «Colegio Gabriel Miró».
Un golpe, un rasguño en la rodilla, fiebre, cojera.
Nada extraordinario.
Nada que, con un sistema sano, deba asustar más allá de la prudencia.

 

Sus padres van a la Casa del Mar.
Ese día —como tantos— no hay pediatra.

 

Lo atiende un médico de familia,
con un pasillo lleno,
varias tareas a la vez,
asumiendo una función para la que el sistema no le daba ni tiempo ni apoyo.

 

El niño entra.
Es explorado de forma limitada.
Se diagnostica «dolor de pierna + fiebre».
Se inmoviliza.
Se manda a casa.
No hay analítica.
No hay pruebas mínimas.
No hay búsqueda del origen de la fiebre.

 

Los padres confían.
Porque uno confía en quien tiene delante.

 

Pero el dolor aumenta.
La fiebre no baja.
La cojera empeora.
El cuadro cambia.

 

Vuelven.

 

Y entonces ya es tarde:
la infección ha avanzado.

 

El diagnóstico final:

 

  • Osteomielitis.
  • Sepsis.
  • Embolismo séptico pulmonar.
  • Dos hospitalizaciones largas.
  • Dos cirugías.
  • Días de incertidumbre.
  • Un susto que marca para siempre.

 

El Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana lo dijo claro:
La primera asistencia no se ajustó a la lex artis.

 

No se hicieron las pruebas mínimas.
No se valoró como se debía.
No se actuó con la diligencia exigible.

 

La Administración fue condenada.

 

A veces, la justicia llega.
Pero llega tarde.
Y con cicatrices.

 

La Administración negó a la madre.
Pero la sentencia fue clara:
hubo daño que el niño no tenía el deber de soportar.

 

No lo cuento para abrir heridas.
Lo cuento para que se entienda el fondo:
cuando el sistema va al límite,
llega un momento en que la medicina no llega a tiempo.

 

Esa madre enfrentó sola a toda una Administración.
A abogados públicos.
A peritos de aseguradoras.
A informes que negaban lo evidente.
A un sistema que intentó convencerla
de que lo que su hijo vivió «estaba dentro de lo normal».

 

Y ahora quiero que te hagas esta pregunta,
no como lector,
sino como ser humano:

 

«¿Cómo habrías reaccionado tú?
¿Habrías resistido hasta el final?
¿Habrías tenido su fuerza?
¿O habrías pensado que luchar contra todo eso era imposible?
»

 

Porque lo que pasó entonces no fue un meteorito.
Fue un aviso.

 

Y hoy Casa del Mar trabaja así:

 

1 pediatra y 1 médico de familia (cubriendo la función de pediatra) donde debería haber 3 pediatras «puros», desde hace más de ocho meses.
Refuerzos que solo cubren aquello que el titular no alcanza.
Médicos de otras áreas haciendo módulos de pediatría a ratos.
Urgencias absorbiendo la pediatría que no tiene cabida en consulta.
Cupos superiores a 1.100 menores por pediatra.
Bajas sin cubrir.
Agendas a contrarreloj, sin margen para nada.

 

La ecuación es simple:
un sistema diseñado para 9.000 tarjetas sanitarias
atiende a 125.000 personas en temporada alta.

 

Un sistema así no falla por mala praxis.
Falla por agotamiento.

 

No es una cuestión de miedo.
Es una cuestión de probabilidad.
Un sistema que trabaja siempre al límite
no falla «si hay mala suerte».
Falla porque es cuestión de tiempo.

 

No porque el profesional no sepa.
Sino porque el sistema no le permite ejercer lo que sabe.

 

El resultado es una paradoja peligrosa:

 

Calp se vende como destino seguro,
pero su sistema sanitario soporta una carga que no es segura.

 

Casa del Mar debería ser nuestro primer escudo:
un consultorio pensado exclusivamente para pediatría.

 

Hoy es un símbolo de debilidad estructural.

 

No por culpa de sus profesionales —que hacen milagros—
sino porque no pueden dar más de lo que tienen.

 

Y un pueblo que presume de modernidad,
de eventos,
de turismo,
de crecimiento,
no puede sostener su pediatría con parches.

 

No con niños.
No así.

 

Calp presume de destino.
Pero atiende a sus vecinos como si aún viviera en 1990.

 

Y te lo vuelvo a preguntar a ti, vecino:

 

«¿Cuánto más estás dispuesto a esperar?
¿A qué precio?»

 

Y, sobre todo:

 

«¿hasta que le toque a quién

 

Porque la buena praxis exige tiempo,
exige exploración completa,
exige pruebas cuando hay fiebre sin causa,
exige seguimiento,
exige preguntar más de una vez,
exige no despachar.

 

¿Qué pasa entonces?

 

  • Se explora menos.
  • Se pregunta menos.
  • Se prueba menos.
  • Se sigue menos.
  • Se llega tarde más fácilmente.

 

Y tú, vecino:

 

«¿Aceptarías que tu hijo reciba una exploración de dos minutos?
¿Aceptarías que la prudencia clínica dependa de un hueco en la agenda?
¿Aceptarías dejar su salud en manos de un sistema que vive sin aire

 

Porque ese es el verdadero riesgo.
No el profesional.

 

El sistema.

 

No escribo esto para asustar a nadie.
Escribir desde el miedo sería una traición a lo que hacemos aquí.

 

Lo escribo porque, con lo que ya he visto en los tribunales
y con lo que ahora me cuentan los padres,
sé que, si no se dice nada,
si no se deja constancia,
un día alguien volverá a preguntar:
«¿Nadie lo vio venir?»

 

Y no quiero que la respuesta sea:
«Nadie lo quiso decir».

 

Este problema no es competencia directa del Ayuntamiento.
No es competencia del único pediatra que está dando la cara en heroica villa.
No es competencia del personal de enfermería.

 

Es competencia de quien tiene las plazas, los contratos, la planificación y los refuerzos:
Conselleria de Sanitat.

 

Pero sí es responsabilidad del pueblo no mirar hacia otro lado.
Y es responsabilidad del Ayuntamiento exigir, no suplir.

 

Y es responsabilidad de todos —tú, yo, cualquier ciudadano— decir:
«Así no. No con niños».

 

Vecino,

 

Un niño no elige dónde nacer.
Pero sí tiene derecho a ser atendido por un pediatra.

 

Esa es la línea roja de cualquier sociedad que se respete a sí misma.

 

No puede ser que en Calp:

 

 
 
  • la salud infantil dependa del cuadrante del día,
  • la seguridad dependa de si hay hueco o no en la APP,
  • y la valoración dependa del agotamiento de un sistema sin especialistas.

 

Un niño no puede depender de la suerte.
Ni de la estadística.
Ni del calendario de bajas.

 

En pediatría, la suerte no es un modelo de gestión.

 

Vecino,

 

este lunes se escribe para que no haya excusas.

 

Para que cuando un padre pregunte «¿cómo pasó esto?»,
no se esconda nadie detrás de un silencio.
Cuando la salud no llega a tiempo, la justicia llega tarde.

 

El riesgo no está en el médico.
El riesgo está en el modelo que le obliga a trabajar sin margen.

 

Y si un día ocurre lo que la estadística ya anticipa,
no será un accidente: será una consecuencia.

 

Un pueblo que tolera una sanidad desbordada
está jugando con su propio futuro.

 

Una vez leído, no podrá ser desleído.
Y hoy escribo por eso.

 

Ave Calpinvs.

 

Francisco Ramón Perona García

 

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

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