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Miércoles, 29 de Octubre de 2025

Actualizada Miércoles, 29 de Octubre de 2025 a las 10:13:26 horas

Lunes, 27 de Octubre de 2025 Tiempo de lectura:
Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'

Vecino. La fecha manda. Y el poder lo ha aprendido.

O de cómo el tiempo del pueblo no se negocia ni se adelanta: se cumple.

Vecino.

 

En estos tiempos en que todo divide,
en que la ideología se ha vuelto frontera y las pantallas sustituyen al diálogo,
una ciudad pequeña, arrinconada entre el mar y la roca,
ha recordado algo que el mundo olvidó:
la unión también es una forma de inteligencia.

 

No hizo falta una gran causa ni un enemigo visible.
Bastó una polémica menor, una fecha discutida.
Y, sin que nadie lo ordenara,
Calp volvió a moverse como un solo cuerpo.

 


 

Del 2026 el poder habló.
Del 2027 el pueblo respondió.

 

Y lo hizo a su manera: con serenidad, con método, con dignidad.

 

No hubo pancartas.
Hubo organización.
No hubo rabia.
Hubo convicción.
No hubo líderes.
Hubo ciudadanos.

 

Mientras la burocracia se deshace en retrasos,
Calp cumplió el suyo con exactitud.
No como gesto político,
sino como acto moral.

 


 

Mientras en otros lugares los debates se enredan,
aquí el pueblo se entendió sin hablar.

 

La fiesta fue el lenguaje,
y el método, su gramática.
Lo que algunos llaman rutina,
el mármol lo llama virtud.

 

Porque la belleza no está solo en el color ni en la pólvora,
sino en la exactitud del deber cumplido.
En esa coordinación silenciosa que no busca premio,
pero deja huella.

 

Cuando una ciudad funciona sin tener que explicarse,
es que ha alcanzado el grado supremo de la convivencia.

 


 

¿2026? o ¿2027?, no fue un acto aislado.
Fue un reflejo.
El poder quiso marcar el ritmo;
el pueblo decidió seguir el suyo.

 

Y sin enfrentarse,
lo corrigió.

 

No hubo protesta: hubo ejemplo.
No hubo rabia: hubo método.
No hubo lucha: hubo sentido común.

 

En una época en la que casi nada se hace a tiempo,
Calp cumplió su calendario.
Esa puntualidad moral —no la del reloj, sino la del alma—
es la que distingue a las comunidades que aún creen en sí mismas.

 


 

No fue la primera vez.
Siglos atrás, el Peñón de Ifach ardió como aviso.
«Foc en Ifach, moros en la costa».
Entonces el peligro venía por mar.
Hoy llega por dentro: por la instrumentalización.

 

Y, como entonces, el fuego volvió a encenderse.
No en la roca, sino en la conciencia.
El pueblo entendió la señal.
Respondió sin alzar la voz.

 

Moncófar sigue existiendo: es la excusa que instrumentaliza.
Caragol también: es el método que cierra es instrumentalización.
Y el Cristo del Sudor, testigo paciente,
volvió a iluminar los pasos de quienes hacen lo correcto sin esperar recompensa.

 


 

La democracia tiene sus pilares,
pero solo uno no se derrumba nunca: el pueblo unido.

 

Cuando las instituciones se agotan,
cuando el ruido sustituye al método,
cuando el poder se divide en facciones,
la comunidad —callada y trabajadora—
levanta el contrafuerte invisible que sostiene todo lo demás.

 

Ese contrafuerte se llama unidad cívica.
No es uniforme, no es partidista,
es el acuerdo moral de quienes creen que el bien común no se discute: se cuida.

 

Y esta semana, Calp lo hizo.
El mármol lo vio y lo anotó:
una comunidad sin odio, un pueblo que actúa, una ciudad que resiste.

 


 

El mármol lo anotó con calma:
Calp no discutió.
Calp funcionó.

 

En un país donde el poder instrumentaliza al ciudadano.
y los discursos se vacían,
una pequeña ciudad costera cumplió su deber sin decir una palabra.

 

Eso es unión.
Eso es método.
Eso es civismo.

 

Y quien lo haya visto sabe que no fue casualidad:
fue cultura, fue carácter, fue historia.

 


 

Quizá algún lector, lejos de aquí, se pregunte por qué importa.
Importa porque lo que aquí ocurrió sigue siendo posible en cualquier parte.
Una comunidad que se coordina sin dividirse,
que cumple sin delegar,
que actúa sin que nadie la empuje,
demuestra que la esperanza aún respira.

 

No hay milagros.
Hay método.
No hay casualidad.
Hay civismo.

 

Calp solo hizo lo que debía hacer,
pero lo hizo bien.
Y eso, en estos tiempos,
ya es una revolución.

 


 

 

Vecino.


Esta semana no ganó nadie:
aprendimos todos.
El poder entendió que la unión no se convoca;
la ciudadanía comprendió que la unión se defiende cada día.

 

La historia no recordará la polémica,
recordará la coherencia.
Cuando el pueblo decide sumar,
el mármol calla y asiente:
ya no hay nada que juzgar.

 

El fuego está encendido.
La lección, aprendida.
Y la ciudad, unida.

 

El mármol recuerda.
Una vez leído, no podrá ser desleído.

 

Francisco Ramón Perona García

 

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

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