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Lunes, 30 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:
Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'

Vecino. No tenemos futuro… pero tenemos gala y batucada.

O de cómo se improvisa una ciudad entre música, gala y ruina.

Vecino.

 

¿Recuerdas cuándo fue la última vez que alguien asumió un fallo?
¿Recuerdas cuándo se pidió perdón por algo que afectó a todos?

 

El proceso de la zona azul ha sido anulado.
Pero tú no lo escuchaste en la plaza.
Lo cubrían los tambores.
Lo tapaban los fuegos.
Lo silenciaban las coronas.

 

Eso, en derecho administrativo, no es una opinión.
Es nulidad de pleno derecho.

 

Y lo que es más grave:
se sabía.

 

Porque los errores estaban advertidos,
porque los recursos existían,
y porque los fallos eran previsibles.
Aun así… se siguió adelante.

 

Porque en Calp, cuando algo cae…
se sube el volumen.

 

El fallo no fue menor.
El tribunal dictó que no se respetó el trámite esencial.
Que no se ofreció audiencia.
Que no se respetó la legalidad básica.
Y que se anulaba.

 

Eso no es técnica.
Eso es estructura.
Y cuando cae la estructura…
no se organiza un acto.
Se convoca a la ciudadanía.

 

Pero aquí, no.
Aquí se lanza confeti.

 

Las consecuencias no son menores.

 

Una ciudad sin dirección paga caro sus silencios:
servicios suspendidos,
verano en caos y
riesgo jurídico en cada esquina

 

Todo eso, en pleno verano.

 

Pero esto no es una anécdota.
Es un síntoma.

 

Pero ahora que el tribunal ha dictado sentencia,
no hay consecuencias.
No hay explicaciones.
No hay asunción de responsabilidad.
Solo silencio.
Y ruido de tambores.

 

Porque mientras caía el contrato,
el pueblo recibía música.
Banderas.
Gala.
Fuegos.
Reinas.

 

No para celebrar.
Para disimular.

 

Lo que nadie te dice es que esto no es un accidente.
Es un patrón.

 

Desde 1998, Calp opera con un Plan General Urbanístico obsoleto.
Eso significa que toda decisión urbanística se hace sin plano adaptado,
sin estrategia,
sin previsión real.

 

¿Y qué pasa cuando se gobierna sin plan?

 

Pasa esto:


– contratos que se caen,
– servicios sin cobertura,
– recursos públicos desperdiciados,
– y una ciudad que crece sin ser pensada.

 

¿Qué implica tener un Plan urbanísitico obsoleto?

 

Es un modo de gobierno.
Uno donde cada contrato es una ruleta.
Cada obra, una excepción forzada.
Y cada vivienda que falta… una consecuencia previsible.

 

Aquí no se proyecta: se remienda.
No se planifica: se reacciona.
No se construye ciudad: se tapa el agujero que más grita.

 

El poder teme.
No al caos, sino al titular.
No al desorden, sino a tener que explicarlo.

 

Por eso se eterniza cada trámite,
se impugna cada contrato,
y se retrasa cada decisión
como si el tiempo no tuviera consecuencias.

 

Pero el miedo no justifica el abandono.
Solo lo hace más lento.

 

Y en ese miedo,
el poder cae en tres pecados sagrados.

 

Uno: gobernar por calendario electoral.
Solo existe lo que se puede cortar, inaugurar o subir a redes.

 

Dos: huir del plano.
Porque rehacer el PGOU es mirar a los ojos al futuro…
y aquí no quieren que el futuro mire de vuelta.

 

Tres: confundir gestión con ritual.
Aquí se desfila,
se proclama,
se ilumina.

 

Y mientras tú, vecino…
sigues buscando dónde aparcar,
sigues pagando más por lo mismo,
sigues viendo cómo tu pueblo pierde raíces
…bajo una lluvia de fuegos artificiales.

 

Y si ahora todo se colapsa…
nadie puede fingir sorpresa.
Porque no ha habido ni un solo gobierno desde 1998
que haya tenido la voluntad real de actualizar el modelo.
Solo parches.
Solo reformas menores.
Solo luchas internas por sillones.

 

Los mismos que hoy se presentan como salvadores,
fueron ayer los arquitectos del silencio.
Los que se beneficiaron de estructuras nacionales
y ahora las combaten envueltos en pancarta.
Los que convirtieron el urbanismo en arma política…
y hoy se visten de municipalismo regenerador.

 

Pero el pueblo recuerda.

 

En Roma, si no se trazaba el perímetro fundacional,
no se podía construir.

 

Lo que no se ordena, se improvisa.
Y lo que se improvisa… se repite.
Y lo que se repite… se desmorona.

 

En Roma, cuando se abandonaba el plano,
no llegaba el progreso.
Llegaban las revueltas.

 

¿Y la oposición?

 

No advirtió.
No forzó el cambio cuando estuvo en el poder.
Solo ocupó el silencio cuando tocaba.
Y hoy se presenta como ajena al resultado
cuando forma parte del origen.

 

Vecino.
 

Tú no pedías perfección.
Pedías dirección.
Pedías orden.
Pedías que, si algo salía mal, alguien lo dijera.
Alguien lo corrigiera.

 

Esto, vecino, no te lo van a contar.
Ni ellos.
Ni los que vinieron antes.
Porque si el pueblo supiera que esta ruina es herencia,
pediría nombres.
Y si conociera los nombres
ya no habría aplausos.
Solo mármol.

 

Pero Calp no necesita más guionistas.
Necesita urbanistas.

 

El problema no es solo la zona azul.
Es que no hay plano.
Y sin plano, no hay dirección.
Y sin dirección…
solo queda pan y circo.

 

Pero el circo ya ni disimula.
Y el pan se lo lleva el mercado del alquiler.

 

La zona azul es solo un síntoma.
El verdadero fallo es no haber actualizado el modelo de pueblo.
No haber anticipado el colapso.
No haber reformado nada.

 

En Roma, cuando un fallo deshonraba la República,
el Senado comparecía.
Aquí, cuando todo se cae…
se sube el volumen,

 

Y ahora que todo se atranca,
ahora que los trámites son inviables,
ahora que las adjudicaciones no aguantan la auditoría…
encienden los focos.
Ponen un escenario.
 

Y le dicen al pueblo: Aplaude.”

 

Pero el pueblo no necesita más aplausos.
Necesita poder vivir.
Caminar.
Circular.
Construir.
Respirar.

 

Y no puede hacerlo con un plano del siglo pasado.

 

Cada lunes no somos más ruidosos.
Somos más serenos.
Porque el juicio verdadero
no necesita estrado…
solo memoria y dirección.

 

Vecino,


cuando todo esto se derrumbe,
que no digan que nadie lo advirtió.
Que no digan que fue súbito.
Que no digan que no sabían.

 

El poder esperaba que gritáramos.
Pero respondimos con mármol.
Esperaba que olvidáramos.
Pero cada lunes… alguien más recuerda.

 

Porque el mármol —si calla— no es por miedo.
Es por respeto al eco.

 

Hoy no escribo para gritar.
Escribo para que alguien, algún día,
no diga que nadie lo advirtió.

 

[Img #18606]

 

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

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