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Lunes, 02 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:
Artículo de opinión de Calp - Columna 'Los lunes negros'

Vecino, Pan. Circo. Y la deuda sin devolver.

O de cómo el poder removió arroz cuando lo que debía era devolver.

Hubo música.
Hubo luces.
Hubo fira.

 

El poder se pasea.
El ciudadano se disuelve.

 

Todo suena.
Nada cambia.

 

Durante siglos, los imperios han sabido cocinar el olvido.
Donde faltaba pan, ofrecían vino.
Donde faltaban respuestas, repartían cucharones.
Y donde ardía el agravio… encendían fuegos públicos.

 

Pero el pueblo no es estómago.
Es memoria.

 

No basta con cocinar paella, inaugurar obras, repartir abrazos y esquivar el recibo.

 

Porque el tiempo no borra.
El tiempo guarda.
Y cuando la memoria se activa,
ni feria,
ni obra,
ni paella
pueden ocultar la grieta.

 

Roma sabía que el pan y el circo eran más que entretenimiento:
eran cobertura.
Eran pausa antes de la caída.
Eran luz antes del apagón.

 

La fira es alegría. Pero también puede ser estrategia.

 

Porque mientras el tambor suena, nadie oye la ausencia.
Y mientras el licor se reparte, nadie pregunta quién sigue debiendo.

 

No te invitaron por cariño.
Te sirvieron por cálculo.

 

Se puede comer con gusto,
y aún así tragar con rabia.
Se puede brindar,
y aún así saber que han vuelto a disimular lo que no se han atrevido a afrontar.

 

El poder que sirve comida cuando debe justicia,
no está celebrando: está administrando silencio.

 

Mientras la batucada golpea los tambores,
nadie responde sobre la factura que sigue igual.
Mientras se reparte licor de honor,
nadie ha devuelto lo cobrado de más.

 

Pero el ciudadano no es un figurante.
No es un aplauso.
No es un selfie.

 

Es quien paga.
Es quien espera.
Es quien ya no se deja engañar.

 

La deuda no envejece. Permanece.
Y por más ferias, paellas u obras, no se disuelve.
Solo espera.

 

Es un recordatorio:
el poder que no repara, deja de representar.
Y el pueblo que calla demasiado,
termina heredando su propio agravio.

 

En Roma, las deudas se saldaban o se combatían.
Aquí se tapan.

 

Toda deuda escondida…
se convierte en juicio futuro.

 

Si tú no lo nombras,
ellos seguirán gobernando como si nada.

Pero si tú lo recuerdas,
la piedra que no devolvieron… será la que les entierre.

 

No hay poder más hábil que el que distrae.
Y en eso, Roma fue maestra.
Pan para saciar. Circo para distraer.
Obras para que nadie mirara las cuentas.

 

Se pasean. Con casco. Con chaleco.
Con gesto contenido y fotógrafo al acecho.

 

Dicen que construyen.
Dicen que ejecutan.
Pero lo único que avanza…
es el encuadre.

 

En Roma, los acueductos no se fotografiaban.
Se entregaban.
Las calzadas no se anunciaban.
Se pisaban.
Los foros no se posaban:
se habitaban.

 

Hoy todo es liturgia de lo inacabado.

 

Cortan cinta antes de la firma.
Posan antes del cemento.
Publican antes de presupuestar.

 

No construyen.
Simulan.
No ejecutan.
Coreografían.
No entregan.
Prometen de nuevo.

 

Porque saben que el ciclo no necesita realidad.
Solo titulares.

 

Y tú, ciudadano, esperas.
Esperas la entrega.
La rampa.
La señalización.
Que terminen algo…
sin reinaugurarlo antes de tiempo.

 

Pero no lo hacen.
Porque el objetivo no es que lo uses.
Es que lo veas. Y que te calles.

 

Hoy no hay leones.
Pero hay casetas.
Hoy no hay gladiadores.
Pero hay políticos disfrazados de pueblo.

 

Y el resultado es el mismo:
el ciudadano asiste.
Observa.
Brinda.
Pero dentro… recuerda.

 

La feria es agradable.
Pero no inocente.

 

Pan para calmar. Circo para distraer.
Obras para que el pueblo mire hacia arriba…
y no hacia las cuentas.

 

Así gobernaba Roma.
Y así gobiernan ahora.

 

Mientras la batucada golpea,
nadie habla del recibo.
Mientras se sortea una cena,
nadie menciona lo que no han devuelto.
Mientras se hace cola para la paella del séptimo día,
nadie exige lo que sigue sin saldarse.

 

El problema no es la feria.
Es usarla para cubrir la grieta.
Es convertir la alegría en coartada.
Es fingir que el agravio no existe… solo porque hoy suena música.

 

Es quien paga.
Es quien espera.
Es quien ya no aplaude.

 

Roma sabía que la alegría puede calmar.
Pero también…
que la plaza puede ser tribunal.
Y el pueblo, juez.

 

Las calles se abren más en redes que en la realidad.
Los colegios aparecen más en stories que en presupuestos.
Roma no toleraba deudas impunes.
Las cobraba.
Y si no podía… las recordaba.

 

Una república sin memoria,
es solo una estructura sin alma.

 

Hoy no estamos en Roma.
Pero el mármol pesa igual.
Y la injusticia, si no se resuelve,
se multiplica.

 

En Roma, quien no saldaba lo debido
no tenía estatua.
Tenía juicio.

 

Las piedras hablaban por siglos.
Aquí, las pancartas duran hasta la siguiente crisis.
Y cada cinta sin hormigón detrás…
es un insulto en silencio.

 

Cuando el poder no responde,
y la oposición no aparece,
queda el tribuno.

 

No para pedir cuentas.
Para recordar que aún no se han rendido.

 

Una vez leído, no podrá ser desleído.

 

Y hoy escribo por eso.

 

[Img #18606]

 

Francisco Ramón Perona García (@fran_rpg)
Jurista. Ciudadano. Incómodo.

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